IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
- No es seguro que seamos conscientes del tamaño del agujero que estamos creando en las cuentas públicas
Hoy le voy a hablar de un tema que no le interesa a nadie. Ya se que esto es muy poco ortodoxo, pero como a mí si me interesa y es mi dedo el que está en la tecla… pues abuso de la circunstancia. Le voy a hablar de la situación y de la evolución de las cuentas públicas en España. Es evidente que la lucha en contra de la pandemia exige a las Administraciones, a todas ellas y en todos los lugares, un esfuerzo extraordinario de gasto. Y también lo es que las medidas acordadas en el ámbito sanitario para luchar contra ella afectan gravemente a la movilidad y, en consecuencia, a la actividad económica. Tanto en la vertiente de la producción, como en la distribución y en el consumo, con el consiguiente quebranto de los ingresos públicos. Así que es natural que las cuentas del sector público se vean tensionadas hasta límites desconocidos.
Lo que no es tan seguro es que seamos conscientes del tamaño del agujero que estamos creando y lo que resulta sorprendente es que nadie se alarme, plantee su control en el presente y su solución en el futuro. Peor aún. Mientras que ningún responsable político se preocupa, todos los ciudadanos presionamos con nuestras quejas y demandas para aumentarlo.
Hay que potenciar el sector sanitario con más profesionales y mejores medios, hay que robustecer el sistema educativo con más educadores y mejor material, es necesario proteger a los afectados en sus empleos extendiendo los ERTE en un tiempo que parece sin final, hay que ayudar a los necesitados, tanto si son nacionales como si son inmigrantes sin recursos, hay que dignificar las pensiones, hay que proporcionar viviendas a quienes carecen de ellas, hay que conceder créditos subvencionados para sostener la liquidez de las empresas, hay que intervenir en sectores aplastados por la falta de demanda como el turismo, la restauración, el ocio, el comercio minorista, el aeronáutico, hay que amparar a los autónomos sin fuelle para aguantar… Y así podría seguir hasta consumir todo el espacio.
¿Algo que objetar? No, nada. Analizadas una a una, todas las necesidades son dignas de atención. Lo malo es que tomadas en su conjunto forman un escenario terrible. El déficit de las Administraciones se ha disparado al 6,46% del PIB en agosto, lo que supone triplicar el incurrido en el ejercicio anterior. Dentro de ellas, el gran culpable es el Estado, que ha gastado 56.859 millones más que sus ingresos. En gran parte, ello es debido a las transferencias que ha realizado a las comunidades autónomas, lo cual puede estar justificado y ser coherente, pero aflora una importante anomalía como es el desfase existente entre el troceo competencial del Estado y el sistema de financiación que debería sostenerlo. Una disfunción que da origen a continuas tensiones y a interminables disputas políticas. Con todo ello llegamos al máximo histórico en el saldo de deuda viva que es ya de 1,290 billones de los nuestros. Nada menos que el 110,1% del PIB. No se le ocurra extrapolar esos datos a finales de año, porque se le pondrá el pelo gris, salvo que ya lo tenga blanco. Sin olvidar que esto sucede justo cuando empiezan las nuevas restricciones en la movilidad consecuencia de la segunda ola de la pandemia, que volverá a afectar a la economía.
Vale, termino. Ya se que tenemos permiso de Bruselas para despreocuparnos de estas nimiedades durante este año y el siguiente ¿pero es suficiente ese ‘placet’ para quedarnos tranquilos?, ¿qué pasará en el futuro? Los optimistas aseguran que no pasará nada, pues la deuda no se pagará nunca. ¿Y?, ¿se va a volatilizar?, ¿se va a hacer borrón y cuenta nueva en alguna conferencia mundial? Yo siempre pensé que las deudas había que pagarlas, pero ¡han cambiado tanto las cosas! También me ensañaron que si pides un préstamo pagas unos intereses y eso hoy no está nada claro. Así que lo mejor es contagiarse y seguirle a Bertold Brecht en ‘El Rinoceronte’, donde decía aquello tan bonito de «Cuando todo el mundo se vuelve loco, estar cuerdo es una locura». Que lo disfrute.