Juan Carlos Girauta-ABC
- Rota la baraja, afirmo solemnemente que no acepto los indultos ni el cambio de régimen. No contravengo mi alma de jurista porque en España ya no hay Ley
La ley que no se cumple no es ley, y la que solo obliga a algunos no es democrática. Ergo ayer dejó España de ser un Estado democrático de derecho. Cuando pasa algo así, las consecuencias inmediatas apenas se perciben. Pasar de democracia a autocracia no es como un terremoto ni como un tornado. La catástrofe se ve cuando los abusos te hieren las fibras más íntimas y la inseguridad jurídica extiende la miseria. La gente muy limitada, que suele ser politóloga, sonríe cuando se baraja semejante escenario para España. Es porque padecen de progresismo, enfermedad infantil, y creen que todo mejora siempre porque sí. Pensamiento mágico.
Un escenario mísero y violento: Venezuela. Pregunten a nuestros hermanos de allá cómo vivían y cómo viven. Pregúntenles qué tal funcionó el indulto al golpista Chávez. La madre de Forrest Gump diría que golpista es el que da golpes de Estado, esa cosa que consiste en modificar la Constitución por vía distinta a la que ella misma prevé. Golpistas son los separatistas que Sánchez acaba de premiar y golpista será Sánchez si continúa haciendo realidad los planes del PSC, que son exacta y precisamente la modificación de la Constitución por vía diferente a su Título X.
No vamos a perder la ironía, lector, porque hay cosas a las que un señor nunca debe renunciar. Pero, por la misma razón, tampoco vamos a perder el sentido de realidad, ni la sana costumbre de negarnos a comulgar con ruedas de molino. Que Sánchez estaba levantando un nuevo régimen era cosa sabida. Algunos pocos también supimos hace años (está en el ‘Diario de Sesiones’ del Congreso de los Diputados) que indultaría a los golpistas catalanes. Como sabíamos y seguimos sabiendo que, de acuerdo con las siempre torticeras estrategias del PSC, el referéndum de autodeterminación es inevitable si Sánchez sigue en el poder. Y que aceptada tal aberración, la unidad de la Nación española no valdrá nada, ya que los referendos se irán celebrando hasta que gane la secesión, y ese será el último.
Como no se hacen tortillas sin romper los huevos, los indultos han liquidado el sistema del 78. El rompehuevos mayor del reino no podía complacer a sus chantajistas sin incurrir en un indulto colectivo y arbitrario. Dos razones, por cierto, para anularlo, entre otras que da el Supremo, como que los indultados se dispongan a reincidir y se jacten de ello. Y el Gobierno miente al presentar su decisión como revocable: «La concesión del indulto es por su naturaleza irrevocable», art. 18, Ley del Indulto.
Pero resulta que un número de españoles, entre los que me encuentro, vimos nuestras vidas personales trastornadas por los actos que los socios golpistas del régimen sanchista llevaron a cabo. Sus abusos hirieron fibras íntimas. Así que, rota la baraja, afirmo solemnemente que no acepto los indultos ni el cambio de régimen. No contravengo mi alma de jurista porque en España ya no hay Ley.