Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- Desde que Sánchez impuso la mascarilla al aire libre por decreto, las taifas sanitarias han contabilizado un millón cuatrocientos mil contagios
Se abre el telón, aparece el presidente, rodeado por los predispuestos al aplauso. En el decorado la palabra ‘cumplimos’, repetida para todos los planos de la tele. ¿Cómo se llama la película? ‘No mires arriba’, versión española. En la original, viene a toda mecha un meteorito a destrozar la tierra. El científico autor del descubrimiento, en el papel Di Caprio, enloquece ante las cámaras porque la política, tan adolescente como la real, no le hace caso: «En realidad lo teníamos todo, si lo pensáis bien». Sánchez no mira arriba, tampoco abajo. Ni siquiera a un lado o al otro donde se achicharra el recibo de la luz. Como en aquella canción, «no mires a los ojos de la gente». En
la víspera de Nochevieja solemnizó que la pandemia no había sido un freno sino un acelerador del crecimiento económico. Elogia a los empresarios de Garamendi por «su sentido de Estado» como hizo con Vox cuando le facilitó el control político para la Moncloa de esos fondos europeos que van camino de convertirse en una leyenda urbana. La CEOE y el partido de Abascal le sirven para demonizar a un PP del que solo quiere asentimiento y sumisión.
El actual clima político lo inauguró Sánchez con su «no es no» a un Gobierno con Rajoy. Sus socios anti-78 ahora le exigen un despiece de la unidad del mercado laboral a cambio de ese ‘mal menor’ firmado por la CEOE. ¿Alguien tiene alguna duda de la aprobación de la reforma de la reforma laboral con los cambios exigidos por Frankenstein? Con Sánchez de por medio, embutido en su relato personal, atentos a la pantalla porque la culpa será del PP para justificar la concesión. Ni puede destituir al ministro Garzón por calumniar a los ganaderos, ni tampoco le preocupa el efecto en Castilla y León donde solo aspira a ver cómo VOX le pone el solomillo de la investidura a Mañueco a precio de estrella Michelín. Desde que Sánchez impuso la mascarilla al aire libre por decreto, las taifas sanitarias han contabilizado un millón cuatrocientos mil contagios. El bicho salta de boca en boca, en un país agotado, aburrido y con tendencia a resignarse unos cuantos años más con quien proclama «cumplimos», aunque, como confirman las encuestas, no sea verdad.