Jorge Vilches-Vozpópuli
La hegemonía política y cultural del rupturismo, tanto de izquierdas como nacionalista, se va a consolidar
Hablo de Ciudadanos, PP y Vox. No pintan nada, lamentablemente, y se lo hacen saber de dos maneras: con violencia y con desdén en las urnas. Esta situación demuestra que han surtido efecto las décadas de dominio de la producción cultural y de control de la educación y la información, tanto como los errores cometidos por el constitucionalismo en Cataluña. Los tres están fuera de toda combinación poselectoral, nadie cuenta con ellos. No son considerados ni para sumar los diputados necesarios para una mayoría Frankenstein.
Cs, PP y Vox están hablando de lo que harían si ganaran en Cataluña y de las consecuencias negativas de los gobiernos nacionalistas. Muy pocos los escuchan. Solo sirven para encarnar al enemigo secundario del nacionalismo. A pesar de su reducido número y del poco éxito de sus ofertas, salen escoltados a la calle para manifestarse y expresar sus ideas. El propósito de esa violencia es advertir a la ciudadanía: “Si estás con ellos, estás contra nosotros porque eres un enemigo de todo lo que significamos, y entonces olvídate de trabajar, estudiar y vivir con tranquilidad. Sobras en Cataluña. Estás a un paso de que te odiemos. Avisado estás”.
Hay quien dice que una “España Suma” en Cataluña sería una alternativa, pero no lo creo. Para empezar, los de Ciudadanos no quieren acercarse a los de Vox ni con un palo, y viceversa. Y el PP es como un niño explotando pompas de jabón: va sin orden ni concierto a por la que tiene más cerca.
Los populares catalanes han llamado a Cayetana y Vidal Quadras a hacer campaña sin conocimiento de Génova, y dejando fuera a Albiol, el alcalde de la cuarta localidad catalana
El partido de Carrizosa es un caos, como los populares catalanes, y no genera confianza tras la espantada de Arrimadas. El candidato de Cs fue puesto a dedazo a pesar de no ganar las primarias, lo que ha cabreado a los afiliados que se parten la cara todos los días. El PP catalán, a su vez, ha elaborado una lista electoral chocante, con una ex de Ciudadanos que fracasó, y otra ex de Unió que dice que hay que ver con normalidad la palabra “indulto”. Es más; los populares catalanes han llamado a Cayetana y Vidal Quadras a hacer campaña sin conocimiento de Génova, y dejando fuera a Albiol, el alcalde de la cuarta localidad catalana. Vox, por otro lado, ha puesto a un diputado sin experiencia y, por lo visto, sin conocimiento. Cuando la periodista de TV3 preguntó a Garriga cuántos millones gestiona la Generalitat, el de Vox dijo que “alrededor de 27”, cuando son 30.000.
En ninguna de las dos combinaciones posibles para gobernar en Cataluña están Ciudadanos, PP o Vox. Ni en una coalición nacionalista, por supuesto, ni en un tripartito. Es más; es que la suma de los tres no llega a la treintena de diputados, y solo podrían sumar con el PSC, cosa que Vox no haría, y que tendría al resto del Parlament en contra.
El electorado de derecha
Es la historia de una ruina. No solo porque la violencia contra los constitucionalistas demuestra que eso que hay en Cataluña no es una democracia, sino porque los que defienden la libertad, la igualdad y la justicia son cuatro gatos mal contados y mal avenidos. Cs, PP y Vox, desechada la oportunidad de pintar algo, se han decidido a competir entre sí para que se entere el resto de España. La mayor parte de lo que pierde Ciudadanos se va a la abstención, un 30%, mientras que el 20% va (o vuelve) al PSC, un 13% a Vox y un 9,5% al PP.
Los populares catalanes no pueden competir por el voto socialdemócrata y comprensivo con el nacionalismo que significa Salvador Illa, por lo que se vuelcan con el electorado de la derecha para no ser sobrepasados por Vox. Eso explica el tipo de campaña que están siguiendo, y los mensajes que remarcan. Quieren ser los únicos representantes del centro-derecha constitucionalista, defensor de las instituciones en Cataluña, y, de paso, limpiar la imagen que dejó Rajoy con el golpe de Estado de 2017.
Actos de violencia
Vox, por su parte, hace la misma campaña: somos la derecha auténtica, españolista, respondona, valiente; la que tenía que haberse enfrentado al nacionalismo hace décadas. Para eso se coloca entre el independentismo y los populares, insistiendo en que tan malos han sido los unos como los otros, por acción u omisión según corresponda. Su idea es que para arreglar la situación hay que presentar cara, por lo que los actos de violencia de los nacional-bolcheviques contra Vox solo sirven para reforzar su discurso.
Al día siguiente de las elecciones, Ciudadanos estará contento si pierde menos de lo previsto, el PP si no es sobrepasado por Vox, y éste si gana a los populares. Pues vale. Pero gobernará una coalición nacionalista que profundizará en el procés por una vía, o el tripartito, que lo hará por otra. Esto significará que las últimas trazas de que existe una democracia liberal en Cataluña se acabarán disipando, y que la hegemonía política y cultural del rupturismo, tanto de izquierdas como nacionalista, se va a consolidar.
En consecuencia, desconfíe de los triunfalismos de cualquiera de esos tres partidos en la noche del 14 de febrero. Quién más se felicite, más irresponsable será, porque lo que salga de esas urnas será susto o muerte.