Después de la rara estrategia de Ciudadanos con sus abrazos no hay en la campaña electoral catalana nada tan improbable como la marca de Unidas Podemos. Recordarán que el partido de Iglesias se las prometía muy felices después de ser la segunda fuerza en las elecciones generales de Galicia en 2015, con 6 escaños y primera en Euskadi, (6 escaños) y Cataluña, ( 12) en las legislativas de 2016. Pasar de una representación tan lustrosa a desaparecer en el Parlamento gallego, a perder más de la mitad de los votos en las autonómicas vascas y amenazar con ruina en Cataluña para San Valentín es desastre que no se conoce ni en los misterios dolorosos del rosario.
La candidata, Jessica Albiach, una desconocida para el 42% de los votantes morados, baste decir que 108.000 de los que votaron a Domènech en 2017, van a preferir a Illa el día 14. ¡A Illa! El descalabro es aun mayor si consideramos que el 28% de los votantes podemitas en las generales de 2015 y 2016 van a preferir a Illa, frente al 16,3% que votará mansamente lo que les manda Iglesias. Explica Bethencourt, un experto, que Unidas-Podemos y sus marcas tienen la fidelidad de voto más baja en la izquierda.
Tal como están las cosas, a uno le parece un milagro que conserven alguna, por baja que sea. No hay promesa electoral, anuncio o ensoñación del macho alfalfa que no sea brutalmente desmentida por su hemeroteca. No es posible que a todos sus votantes se les hayan olvidado aquellas protestas de fidelidad a los orígenes en Oviedo en 2015: “Nos duele hacer política, porque no vamos a convertirnos en unos cínicos y lo pasaremos mal y sufriremos y tendremos que aguantar muchas mentiras, pero os aseguro una cosa, cuando no se te olvida de donde vienes, cuando estas orgulloso de haber crecido en un barrio, cuando estás orgulloso de mirar a los ojos a la gente de tu piso que ven que sigues viviendo en el mismo sitio, cuando saludas a tu panadero, al que te vende el periódico” y todo en este plan.
Hace falta ser un tarado para aguantarle este discurso después del casoplón de Galapagar y no haber renunciado a votarle a él y a los suyos para siempre. Para asistir impávidos al descaradísimo nepotismo de meter a su pareja en el mismo Gobierno que él vicepreside, en un alarde que no tiene precedentes en el mundo democrático y aun en la Europa comunista solo se recuerda uno: el de Nicolae Ceauscescu nombrando viceprimera ministra a su esposa Elena. Claro que él no ha llegado a presidente, sino a vice y, en consecuencia, su novia se ha tenido que conformar con ser ministra de Igualdad, cargo que ejerce desde el 13 de enero de 2020.
¿Y en qué se nota? Pues miren, en nada. En el año de ejercicio de lo suyo, España es el país europeo en el que más ha aumentado el paro femenino en 2020: tres puntos desde diciembre de 2019 para alcanzar un 18,4%. En la actualidad, España es el segundo país de Europa en mayor número de paradas, después de Grecia. El paro de las mujeres españolas dobla la media de los países de la Unión Europea y la brecha respecto al paro masculino ha aumentado en 4,2 puntos. ¿De qué hablará esta parejita cuando habla de amor?¿Cuánto les durará este cuento?