No se negocia

ABC 27/04/14
JUAN CARLOS GIRAUTA

«Como aquel tonto en seis idiomas, lo de Mas no varía con nuevas etiquetas» «La historia está llena de catástrofes con el sello nacionalista»

Ansioso por demostrar que está en el rollo, cual mando intermedio bisoño tras un seminario de empresa, Mas invoca un win-win para ellío que solo él ha montado. Si dijera «todos ganan», o «nadie tiene por qué salir perdiendo», seguiría siendo igual de falso, pero no daría vergüenza ajena. Quiero decir que al menos nos ahorraría la melancólica constatación de que na die – ni siquiera un buen hablante del inglés– se libra aquí ya de la superstición que atribuye sentidos más profundos, más anchos (¡y más mágicos!) a la lengua ajena y prestigiada.

Todo muy coherente, por otra parte, con la ideología nacionalista, que es la suya, y que se apoya, entre otras magníficas falsedades, en la perversa, sugerente y nunca demostrada tesis herderiana: cada lengua conllevaría o arrastraría una particular visión del mundo. Aquí el problema para Artur Mas, y para el resto de supersticiosos, es que, en Herder, uno no va dando volteretas por las alternativas visiones del mundo: no basta mudar el idioma. La visión de tu lengua te acompañará en todas las lenguas que aprendas y practiques, como la ciudad acompaña a Kavafis. Y así como aquel que no recuerdo era tonto en seis idiomas, lo de Mas no varía con nuevas etiquetas de cursillo intensivo.

Las razones son múltiples y poderosas, siendo la principal que el asunto no es negociable. Es una pura relación de poder; se estudia en otro módulo que Mas todavía no ha cursado. Este mando intermedio no ha sacado provecho del seminario de habilidades directivas y tiende, en previsible sesgo, a aplicar su nuevo descubrimiento a todo lo que se mueve. Alguien le atribuyó en su momento sensatez y rigor. Cuando nada se sabía de él, claro.

El error obedece a que la mayoría de analistas están acomplejados por su falta de mundo, por ser listos en un solo idioma; si entenuncierto complejo ante el políglota. También obedece a las consabidas ventajas que tienen en política los maniquíes de El Corte Inglés, tan planchaditos, tan asépticos. Luego los votas y te sale Zapatero. O el mando intermedio.

Sea como fuere, tiene miga que el hombre describa el asunto exactamente al revés. No simplemente mal, o desviadamente, o desatinadamente: ¡al revés! Como la cabeza de la niña del exorcista. Sepa el mando intermedio que no en balde se tiene al nacionalismo por la gran ideología destructiva. El «todos ganan» no va con ella.

En el mejor de los casos, una empresa como la de Artur Mas acaba en win-lose (para que lo entiendas, supersticioso). Lo normal es el lose-lose. Podríamos exigir precisión a Mas y preguntarle quiénes son los sujetos de eso que él ha tomado por negociación. ¿Rajoy y él mismo? ¿El Gobierno de España y el consejo ejecutivo de la Generalidad? ¿Los españoles y los catalanes? Algo me dice que, en público, el mando intermedio optaría por esta tercera opción. O sea, que yo ganaría dos veces. Lo cual es realmente curioso teniendo en cuenta que los españoles de Cataluña no queremos saber nada de soberanías troceadas ni de declaraciones de independencia. Es que no sabemos lo que nos conviene. La historia europea está llena de catástrofes con sello nacionalista; empiezan con envenenamientos del tipo «X nos roba», y acaban mal para todos. Así que lo mejor que se puede esperar del proyecto separatista de Mas (y lo digo, también, con frialdad de seminario de empresa) es que la parte que tiene el poder efectivo minimice los daños precipitando el despido del mando intermedio que se ha confundido de marco, de táctica y de siglo.