No se puede ser neutral

EL MUNDO 31/10/16
ROSA DÍEZ

Me gustaría creer que el día de anteayer no fue la antesala de lo que será la legislatura. Me gustaría creer que se acabaron los insultos, las descalificaciones, los Rodea el Congreso y los «ustedes no nos representan» pronunciados por los mismos que se sientan en los escaños de la Cámara en la que reside la soberanía nacional.

Me gustaría creer que ningún trabajador del Congreso podrá a partir de mañana convocar a los ciudadanos para rodearles e impedir el normal desenvolvimiento de la institución que le paga el sueldo, aunque sea a través de su grupo parlamentario; y aunque sea su grupo parlamentario el formado por los testaferros de ETA, o sea, Eh-Bildu. Me gustaría creer que, si esa convocatoria se volviera a producir, ningún otro grupo de la Cámara la apoyaría y saldría a acompañar a quienes pretenden deslegitimar la institución y a la propia democracia.

Me gustaría creer que todos los diputados, de todos los grupos políticos –los que han votado sí al Sr. Rajoy, los que se han abstenido (aunque sea por imperativo, como esas dos diputadas del sector pedrista del PSOE) y los que han votado en contra– se van a poner a trabajar a partir de hoy mismo para ganarse el sueldo, ellos que tienen un contrato temporal pero bien pagado.

Me gustaría creer, sí, que todos han tomado nota de que se ha acabado el recreo. Que ahora les toca empezar a trabajar para resolver los problemas reales de la gente, de esa gente en cuyo nombre todos dicen hablar pero a la que han olvidado desde diciembre del año 2015, cuando iniciaron este circo que ayer concluyó (?) con la elección del presidente del Gobierno.

Me gustaría creer que van a pasar a segundo plano las siglas de los partidos de cada cual y los intereses personales de cada uno y que se van a dejar de eslóganes ingeniosos, de tuits rompedores, de frases citadas para los memes, de postureo para el liderazgo presente o futuro, y se van a remangar para ganarse no sólo el sueldo sino, a ser posible, el respeto de los ciudadanos.

Y, por último, me gustaría creer que ningún diputado se atreverá nunca más a insultar a las víctimas y a su memoria; me gustaría creer que, si alguien lo hiciera, los 349 restantes se levantarían como un solo hombre, como una sola mujer, para reprocharle su indecencia. Porque lo que ocurrió el sábado en la sesión de investidura, tras la intervención del dirigente de ERC (ese partido con el que, por cierto, Sánchez buscaba el acuerdo para ser Presidente) fue tan vergonzoso como la propia intervención de ese hombre definido por su apellido, Rufián. El hecho de que, ante la apelación de Antonio Hernando a la memoria y a la tarea de los socialistas en la lucha por la libertad y la democracia frente al fanatismo de ETA, los diputados de Podemos, de ERC, de Bildu y la mayor parte del grupo mixto se quedaran sentados e incluso «afearan» a los socialistas el aplauso de otros grupos, da cuenta de la miseria moral de toda esa gentuza.

Miren, contra el fanatismo no cabe equidistancia posible: o estás con las víctimas o estás con los verdugos, o estás con quienes han luchado para defender la democracia o estás con quienes han pretendido destruirla asesinando a quienes se enfrentaban a ellos. Y nadie debe olvidar que los socialistas han puesto víctimas, muchas, en toda la historia de la lucha contra el terror. Allí en la Cámara, –sentado a pocos metros del tal Rufián y de los líderes de Podemos que le aplaudían a él y afeaban los aplausos solidarios a Hernando–, está sentado Edu Madina, un socialista vasco que ayer se abstuvo en la votación para presidente aplicando lo que él consideró la ética de la responsabilidad de la que habla Weber. Un socialista vasco que fue víctima de ETA precisamente por eso, por ser socialista y por ser vasco. Un socialista vasco al que nadie, ni desde dentro ni desde fuera de su grupo, ni dentro ni fuera del Parlamento, puede dar lecciones de compromiso y lucha por la democracia y las libertades de todos.

Así que lo diré una vez más: cuando se trata de defender la democracia no cabe la equidistancia. En la batalla que se libró en toda España, pero particularmente desde el País Vasco para que hoy todos vivamos en democracia –Rufián e Iglesias entre otros–, unos hemos puesto el dolor, la sangre y las ausencias y otros se han aprovechado de ello. No hemos podido evitar que estén en las instituciones democráticas sin haber renegado de ETA aquellos que quisieron destruirlas asesinando a quienes, uniformados o no, se enfrentaban al terror para defenderlas. Pero sí podemos y debemos evitar que pisoteen la memoria de nuestros honorables conciudadanos que lucharon y murieron para construir y preservar la democracia y las instituciones que la representan. Hagamos voto de parcialidad y, una y otra vez, alcemos la voz y seamos radicales contra el totalitarismo, contra la mentira, contra la equidistancia, contra la cobardía. Seamos radicales para defender la democracia y por la verdad. Seamos demócratas radicales en nombre de todos aquellos que ya no tienen voz y que perdieron su vida por proteger la nuestra.