Hace dos semanas había terminado una columna sobre el par felizmente gobernante con un eslogan muy bien traído por el ingenio popular: ‘Que les vote Txapote’. Añadía con pesimismo que probablemente el personal no iba a tener a quien votar, pongamos que hablaba de Feijóo en el PP y lo de Vox después de Macarena Olona.

Que el personal no soporta a Pedro Sánchez es evidente: deja constancia de ello en la calle y en las encuestas. No hay manera de que el doctor Fraude se pasee a cuerpo gentil por cualquier ciudad española sin ser abucheado e insultado por el pueblo llano. Las encuestas repiten con admirable insistencia que la derecha alcanzaría de largo la mayoría absoluta. Sin embargo el PP hace asquitos a la compañía, ya desde los tiempos de Casado, con aquel infortunado discurso contra Abascal en la moción de censura de octubre de 2020. Con Alberto Núñez Feijóo ha seguido sonando la misma música de fondo y el Congreso ha seguido asistiendo a la marginación de Cayetana Álvarez de Toledo, todo un síntoma.

El presidente del PP iniciaba a finales del verano una maniobra de acercamiento al PNV, lo cual suponía una dificultad añadida para pactar con Vox si lo necesitara. Lo había anunciado Abascal: «Al señor Feijóo parece que le gusta el PNV. A mí me repugna. Tendrá que elegir». No parece, por otra parte, que el PNV se perezca por abrazarse al PP. Su portavoz parlamentario, Aitor Esteban comentó que no hay «interés especial» en verse con Feijóo: «Nosotros hablamos con todo el mundo». Y cobramos de todo el mundo debería haber añadido. Ortuzar anunció en el Alderdi Eguna que se reuniría pronto con Feijóo, pero advirtió de que “el PNV no cambia de caballo a mitad del río”. Lo dice el mismo tío que le anunció a Mariano Rajoy su intención de votar a favor de la moción de censura de Sánchez para echarlo de La Moncloa, justo una semana después de aprobarle los presupuestos.

No hay mayores motivos para la esperanza, ya digo. Cuando un dirigente popular como Alberto Fabra, que es miembro de la Ejecutiva Nacional de su partido y senador por lo autonómico, además de haber sido presidente de la Generalidad valenciana entre 2011 y 2015, le copia la sintaxis a la pobre Irene Montero, al decir en el Senado y completamente en serio: “todos, todas y todes, por no dejar a nadie el margen”. Un señor que se había casado con Silvia Jato. En fin, señor, qué tragos.

Y luego está algo que se veía venir: el PP se ha envainado su exigencia de reformar la LOPJ que llevaban en el programa del año 2000, en el de 2008 y en el de 2011. También en las generales de Casado en 2019, también: “Promoveremos la reforma de la LOPJ para que 12 de los 20 miembros del Poder Judicial sean elegidos directamente por jueces y magistrados”. Con su renuncia han venido a aceptar las acusaciones del PSOE de que boicotean la renovación del Consejo (y del TC, que es lo que más importa). Tenían a su favor las declaraciones del comisario europeo de Justicia, pero al admitir la renovación atrasan cinco años, o sea, ad calendas graecas la reforma del sistema de elección que el PSOE rechaza. No sé si han valorado que están incentivando el voto a Vox en quienes consideran que la prioridad absoluta es deshacerse de Sánchez.