Noche de sexo PSE-PP

Que de la noche de sexo vaya a surgir el amor, como esperan los más optimistas, francamente, no lo veo. Confío algo más –no mucho– en los buenos resultados históricos de los matrimonios de conveniencia. En un pacto escrito, firmado antes de la noche de bodas, que deje muy claras las obligaciones del novio. Y la honradez de la novia, si él se va con otra.

Se ha instalado en la opinión pública y publicada la idea de que el Partido Popular tiene que hacer lendakari a Patxi López sí o sí, y renunciando, por supuesto, a cualquier cargo en el Gobierno puesto que tal pretensión sería de un egoísmo intolerable por parte del PP mientras que una pretensión algo más osada del PSE, la de quedarse con todos y cada uno de los cargos, es completamente decente.

En ese ambiente propiciado por la derecha tanto como por la izquierda, la única opción que tiene el Paertido Popular vasco es asegurarse de que el novio, como advirtió su líder, Antonio Basagoiti, no se vaya con otra tras la noche de bodas.

Tarea altamente complicada teniendo en cuenta que, más que una noche de bodas, esto parece, de momento, una noche de sexo, dado que no hay intención alguna de compartir casa al día siguiente, sobre todo por parte del novio. El novio vivirá en el Gobierno y la novia en el Parlamento, lo que no hace la distancia totalmente insalvable para seguir manteniendo una relación, aunque sea sexual, pero sí altamente contraproducente para un matrimonio, incluso para un matrimonio muy moderno como pretende ser éste.

Que de la noche de sexo vaya a surgir el amor, como esperan los más optimistas de los constitucionalistas vascos, francamente, no lo veo. Confío algo más, y no demasiado, en los buenos resultados históricos de los matrimonios de conveniencia. En un pacto escrito, firmado antes de la noche de bodas, que deje muy claras las obligaciones del novio. Del que se va a quedar con la casa, con el dinero, con el poder y con la gloria.

Y si el novio se va con otra a pesar de todo, algo bastante probable, que quede clara la honradez y la decencia de la novia. Lo que, como negocio matrimonial, sería un fiasco. Y como negocio político, ya veremos.

Edurne Uriarte, ABC, 18/3/2009