Miquel Escudero-El Imparcial
Publicado el lunes 25 de octubre de 2021, 20:12
Cerca de la histórica ciudad alemana de Weimar funcionó durante ocho años, entre 1937 y 1945, un campo criminal de malos tratos; no tenían cámaras de gas. Lo titularon Buchenwald y a su entrada dominaba una frase que con letras de hierro forjado decía Jedem das Seine, esto es: “A cada uno lo suyo”.
Por su absoluta indecencia, los miserables nazis eran incapaces de aplicarse a ellos mismos esta leyenda cargada de prepotencia y crueldad. La gorra de las SS (Schutzstaffel: escuadras de defensa; una constante histórica: agresores que dicen defenderse) presentaba en su pico una calavera y unas tibias plateadas, para amedrentar e infundir pánico a sus enemigos; la afición por hacer daño.
No se puede ni se debe olvidar determinadas cosas. Si la Primera Guerra Mundial produjo unos diez millones de huérfanos, al final de la Segunda, sólo en Europa y según cálculos de la Cruz Roja, hubo trece millones de niños que perdieron a sus padres. En la zona ocupada por los soviéticos parece que había casi un millón doscientos mil niños no acompañados, en su mayoría alemanes. Los nazis habían asesinado a un millón y medio de niños en los campos de exterminio, dos de cada tres de ellos eran judíos. Todo esto es desolador y repugnante. No basta con decir ¡nunca más!, hay que trabajar sin cesar por la paz del respeto y la concordia. Lo demás son tortas y pan pintado de hipocresía y postureo ideológico.
Catherine Bailey, productora y directora de televisión, ha escrito ‘Hasta que nos volvamos a ver’ (Crítica), un detallado relato de la pesadilla de una mujer alemana a quien los nazis robaron sus dos hijos. Fue en el contexto de la directriz Nacht und Nebel (noche y niebla) con la que los nazis castigaban a las familias de sus opositores en países ocupados. En su lenguaje perverso, a los ‘desaparecidos’ los denominaban vernebelt, esto es: borrosos, confusos o nublados.
Se trata de Fey von Hassell, hija de un ex embajador en Italia que estuvo relacionado con un complot para asesinar a Hitler. Hubo varios intentos fallidos y en todos intervino el general de división Henning von Tresckow, quien obtuvo la Cruz de Hierro con sólo 17 años de edad (tras la segunda batalla del Marne, en 1918). Su oficial de entonces le vaticinó que o llegaría a jefe del Estado Mayor o moriría en el patíbulo por rebeldía. Era un férreo antinazi que a partir de 1942 no fue perdido de vista por la Gestapo. Eran tiempos para no fiarse de nadie.
Tras salir herido en un atentado, Hitler se dirigió por radio con estas palabras: “Mis camaradas, hombres y mujeres de Alemania, no sé cuántas veces han intentado asesinarme Si hoy me dirijo a vosotros es, en primer lugar, para que podáis oír mi voz y saber que estoy bien y, en segundo lugar, para que conozcáis un delito sin parangón en la historia alemana. Una reducida camarilla de oficiales ambiciosos, inmorales y al mismo tiempo criminales y estúpidos urdió un plan para eliminarme y, conmigo, al Alto Mando de la Wehrmacht al completo”.
La joven Fey von Hassell se había casado en enero de 1940 con el oficial italiano Detalmo Pirzio-Biroli, antifascista acérrimo y hombre de centro izquierda. Vivían en Italia y tuvieron dos niños, Corrado y Roberto. En la prolongada ausencia de Detalmo, su esposa fue objeto de la represalia ‘noche y niebla’. Detenida por las SS, fue separada de sus hijos, a quienes se les asignó una nueva identidad y fueron llevados a Wiesenhof, un orfanato con más de 60 niños robados en su mayoría. Hubo final feliz, pero siempre relativo, pues las pesadillas recurrentes atormentaron a aquellos chiquillos durante muchos años. Y aún tuvieron suerte. En 1948, tres años después de acabada la guerra, se consideraba que en Europa unos 42.000 padres seguían todavía buscando a sus hijos secuestrados.
En el caótico final del fascismo italiano, los partisanos yugoslavos entraron en Udine, cerca de la frontera de la actual Eslovenia, y lanzaron este mensaje a la población:
“Ciudadanos de Udine, hoy recibís nuestra tarjeta de visita: el terror acompaña a nuestra victoriosa marcha. Aquellos que en el fondo de vuestros corazones esperáis a los ingleses, los protectores de la burguesía y los adinerados, llorad sobre las ruinas de vuestros hogares y meditad sobre vuestros pecados. Quede dicho de una vez por todas, para que después no os extrañe: Friuli (la pequeña región italiana de Venecia Julia) pertenece a la zona de influencia bolchevique y, por tanto, los patriotas a los que debéis apoyar son los patriotas comunistas de la Brigada Garibaldi. Si no estáis dispuestos a hacerlo por amor, lo haréis por obligación”.
En 1945, el totalitarismo no había quedado totalmente derrotado y amenazaba desde otra ideología opresiva. Un nuevo terror se anunciaba, y lo hacía de forma literal, sin tapujos.