El Correo-MIQUEL ESCUDERO Matemático y escritor

Todos los caminos del ‘procés’ llevan a Pujol. En él están sus claves. Nada se explica sin su labor

Hay distintas organizaciones dedicadas día y noche a no dejar a la ciudadanía vivir ni pensar con libertad. Tienen relativo éxito, pero tienen fuerza y osadía y por esto urge potenciar nuestro uso de entendimiento. Hablemos ahora de Cataluña, que sigue siendo noticia por las arbitrariedades cometidas y consentidas por las autoridades.

Comencemos por el Parlament, abierto esta semana después de estar cerrado más de dos meses, y de tres sin tener una sesión de control parlamentario. ¿Se puede hacer la vista gorda ante esta anómala parálisis? Seamos coherentes. Si se mira a otro lado ante esto, ¿cómo se podrá hablar de las fechorías de Erdogan en Turquía o de Orban en Hungría, entre otras? Para colmo, lo primero que ha ocupado al pleno ha sido votar una decisión judicial para desairarla, y aprobar que los diputados procesados y suspendidos de su función puedan delegar su voto. El grupo de Ciudadanos abandonó el hemiciclo antes de la votación antidemocrática y va a querellarse contra los miembros de la Mesa que la han propiciado. ¿Es esto judicializar la política? Inspirado por Félix Ovejero, contestaré con otra pregunta: ¿Es de recibo que un violador diga que no se le debe denunciar porque eso es judicializar el sexo?

Me preocupan las bobadas que se dicen y hacen, sobre todo las que proceden de quienes nos gobiernan. ¿Nos toman por tontos o nos quieren atontar?

Demos un par de muestras. Isabel Celaá, portavoz del Gobierno, quiso justificar, tras nutridas y decididas protestas de los trabajadores del gremio de producción de armas, la venta de cuatrocientas bombas láser de alta precisión a Arabia Saudí –un contrato ya firmado y que la ministra de Defensa, Margarita Robles, vetó este verano– diciendo «que no se van a equivocar matando yemeníes». O el inconmensurable José Luis Ábalos, quien el 1 de octubre –cuando se bloqueó el AVE, se cortaron carreteras y se estuvo en un tris de que el Parlament fuera asaltado por unos cientos de energúmenos que se sabían impunes; no hubo detenidos– declaró que no había oído a Torra hablar de violencia y que la jornada estaba transcurriendo de modo «asumible»; esto es, aceptable.

¿Para qué seguir? Ese mismo día, el propio Torra excitó a sus amigos CDR a seguir apretando; esto es, acosando a quien haga falta (policías, adversarios políticos o aficionadas de la Selección), asaltando sin problemas la Delegación del Gobierno en Girona, quitando la bandera española, objeto de pisoteo y quema. (¿En qué país de Europa sería posible esto? En ninguno.) Van siendo frecuentes en Cataluña las marchas nocturnas con antorchas (al estilo nazi), «las calles siempre serán nuestras».

No se respetan los derechos de la mayoría y boicotear las manifestaciones autorizadas en la calle sale gratis a los amigos del ultra Torra (el «Le Pen de la política catalana», dijo Sánchez). El Gobierno español ha proclamado que la violencia no es el camino. ¡Qué lástima ser tan obvio! Felipe González, en cambio, es claro y sensato cuando dice que ahora Cataluña está más cerca de quedarse sin autonomía que de lograr la independencia.

Todos los caminos del ‘procés’ llevan a Jordi Pujol. En él están sus claves, nada se explica sin su labor. Logró que unos y otros ‘entendieran’ lo que quería que creyeran, y consiguió quedar convertido en un ‘intocable’. En 2011 (tres años antes de reconocer su continuado fraude fiscal) dijo que se había quedado sin argumentos para rebatir a los independentistas. Alardeaba de buena fe, pero inculcaba a los suyos que ya no se debían sentir obligados, que debían resistir y no dejarse engañar ni expoliar. «No les debemos nada, más bien nos deben», afirmaba sobre los ‘otros’. Transmitía desprecio y resentimiento. «La queja continuada puede irse transformando en amonal ideológico», escribió Ernest Lluch en 1992, ocho años antes de ser asesinado por los etarras.

Al acabar los Juegos Olímpicos, Lluch se refería en un artículo a la espectacular inversión económica de toda España en Barcelona. Y citaba a Pujol, quien había dicho que Cataluña no debía agradecer absolutamente nada, pues «con los impuestos que paga podría celebrar cada año unos Juegos Olímpicos». El exmolt honorable siempre tomándonos por tontos. ¿Lo vamos a ser?