IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

Ayer entró en el Congreso el proyecto de los Presupuestos de 2022, de los que llevamos hablando desde hace una semana, cuando fueron aprobados en el Consejo de Ministros. Hasta ahora nos habíamos fijado en la vertiente de los gastos, que es la más interesante ya que allí encuentran contento ‘casi’ todos: pensionistas, funcionarios, inquilinos, jóvenes, etc. Hoy toca hablar de los ingresos, como lo ha hecho la vicepresidenta Calviño, que se nos ha vuelto más optimista que su infatigable jefe. Debe ser cierto aquello de que el roce hace el cariño, además de contagiar el virus. Para ella, las previsiones de ingresos son prudentes, aunque se olvida de mencionar el pequeño detalle de que no llegan para cubrir los gastos presupuestados. Ni de lejos.

Tampoco hace referencia a las revisiones del crecimiento del presente año que, tras la apabullante rectificación del INE, está obligando a minorarlo a todas las instituciones que se dedican a estas aburridas cuestiones y que suponen un mal dato de partida para el año que viene. Ni, por supuesto, menciona la sensación general de que la coyuntura se ha torcido con severidad para las industrias por culpa de las subidas de los costes energéticos, los problemas de los fletes y los que provocará la subida de los precios en los convenios de todos los sectores. Por no mencionar asuntos desagradables, ni siquiera habló de la lentitud de la llegada de los fondos europeos, en los que tantas esperanzas hemos depositado; y menos aún de la incipiente llegada de hombres de negro para controlar destinos y compromisos. Pues nada, según el Gobierno el año 2022 va a ser una explosión de alegría y un desparrame de crecimiento. Los brotes son de un verde que deslumbra la vista. ¿Le recuerda algo? ¿Sí? No me sea cenizo, hombre, que para eso ya estoy yo.

Una parte del crecimiento de los ingresos vendrá del aumento nominal esperado del PIB. Que va a crecer es seguro, pero ya veremos si alcanza para cumplir con el 8,1% de la previsión, que no es poca cosa. Y otra procederá de las subidas de impuestos. Ayer mismo, la ministra de Hacienda certificó el fracaso recaudatorio de las últimas subidas, que se han quedado en los 1.450 millones, muy lejos de los 3.230 estimados; pero no pasa nada. Van a insistir.

La mayoría de los países de nuestro entorno han optado por no subir los impuestos y no pocos por bajarlos como la mejor manera de no entorpecer la recuperación, una vez constatado que las cosas mejoran pero también que la coyuntura sigue endeble. Fíjese en lo que dijo Mario Draghi: «En estos momentos el dinero se da, no se quita». Pero claro, nosotros somos mucho más listos.