Cuando un país con más de 4,5 millones de parados va a sufrir una reforma laboral que abarata el despido, tiene motivos para ir a la huelga. Pero los convocantes estaban tan desentrenados que han tenido que forzar su discurso en el último minuto para que se sepa que la huelga es contra el Gobierno.
Si hoy se produce una huelga ‘salvaje’ como en Grecia, con la indignación en la calle, Zapatero debería plantearse disolver el Congreso y convocar elecciones anticipadas. No se podría gobernar un país con más de 4,5 millones de parados, la calle en contra y los sindicatos enfadados. Pero, con toda probabilidad, la huelga ofrecerá un balance ‘mediopensionista’. Habrá que esperar al final de la jornada. Pero, seguramente, los sindicatos salvarán la imagen de su capacidad de coacción y el Gobierno podrá presumir ante los mercados internacionales de haber resistido sin rectificar la polémica reforma.
El ‘tijeretazo’ a los sueldos de los funcionarios y la congelación de las pensiones seguirán su rumbo provocando un efecto de frustración popular ante el que los sindicatos reaccionarán, presumiblemente, dejándose fotografiar , de nuevo, en la puerta de La Moncloa. Como ya dijo el presidente del Gobierno, «lo importante es la foto». Se quejaba Nicolás Redondo, en un programa televisivo, de la campaña feroz que se había desatado contra los sindicatos; un fenómeno que suele producirse, decía, cuando está en ciernes una huelga general.
Pero el ex secretario general de UGT y uno de los artífices de las principales huelgas generales organizadas en el 88 y el 94, mientras gobernaba Felipe González, no tenía en cuenta, y no era por modestia sino porque le costaba reconocer el hecho, que los sindicatos de su época tenían una imagen mucho más prestigiosa que la actual. Sencillamente porque en la etapa de Nicolas Redondo y Marcelino Camacho los sindicatos defendían a los trabajadores a la primera oportunidad que el Gobierno les daba para plantear un pulso. Recordaba el ex secretario de UGT que, en el 96, estaban enzarzados con el Gobierno de González para conseguir regular una ley de huelga, pero el presidente se les adelantó disolviendo las Cortes y convocando elecciones. Esos eran pulsos de calado.
Ahora, nuestros sindicatos se han domesticado. Y no es porque su papel haya quedado desfasado (la importancia de las centrales en Francia y Alemania acreditan lo contrario). Sus estructuras anquilosadas, con funcionarios apoltronados en las subvenciones, tienen que adaptarse a los tiempos. Si en este rincón del continente soportamos el lastre de estar en el furgón de cola de la crisis, doblando la tasa media de paro europea, tampoco podemos estar orgullosos del papel de unos sindicatos que no han cumplido con su obligación hasta que la llamada de Obama a Zapatero les despertó del acomodado letargo en el que se habían instalado.
Cuando un país con más de 4,5 millones de parados va a sufrir una reforma laboral que abarata el despido, tiene motivos para ir a la huelga. Pero los convocantes estaban tan desentrenados que han tenido que forzar su discurso en el último minuto para que los ciudadanos sepan que la huelga se convoca contra el Gobierno que ha adoptado medidas impopulares para afrontar la crisis. Porque sabían que la mayoría de los trabajadores, no sindicados, no querían secundar la huelga, Méndez y Toxo fueron endureciendo sus mensajes. Una convocatoria adornada con 12 vídeos en los que no se habla ni una vez del Gobierno era tan confusa que corrían el peligro de hacer el ridículo, quedar como unos oportunistas y, lo que es peor , como unos incapaces.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 29/9/2010