VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 30/03/16
· Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación del PP, recordaba ayer lo que todos sabemos: que Pedro Sánchez quiere ser presidente del Gobierno y que lo que vaya a suceder en los próximos días o semanas está en función de si Podemos mantiene o rebaja sus exigencias.
Pues ahí está precisamente el asunto, en que el tono que ayer utilizó Podemos, encarnado en Errejón, el disidente ma non troppo, había rebajado varios grados la altanería y el deje exigente e imperioso al que este partido nos tenía acostumbrados cuando se trataba de retar –porque era eso lo que hacían, más que invitar– al PSOE a cerrar algún tipo de pacto de gobierno con su formación.
Lo de ayer fue tan sorprendente que ha abierto de inmediato la consideración de que ahora sí que puede ser posible un acuerdo entre Sánchez e Iglesias que permita avanzar hasta encontrarse con los evidentes obstáculos que siguen alzados en el camino de ese acuerdo. Y no es el menor el pacto que el socialista ya tiene firmado con C’s y al que de momento ambos dicen que no están dispuestos a renunciar. Descartemos que los del partido morado encuentren un terreno común en sus propuestas políticas, económicas o territoriales. Y descartemos también, porque esa sería una farsa invendible, que tanto Rivera como Iglesias aceptaran formar parte de un mismo Gobierno presidido por Sánchez.
En estas condiciones lo único aceptable como hipótesis es que el líder de Podemos haya aceptado por fin bajarse del caballo de Napoleón y ponerse a la altura de lo que su situación interna y externa le permiten, que es mucho menos de lo que él creía no hace tanto tiempo. En ese caso, Pedro Sánchez estaría en una situación óptima para obtener de su interlocutor un apoyo sin contrapartidas inasumibles para el PSOE y también para C’s. Pero eso no parece muy verosímil.
Es verdad que Iglesias tiene serios problemas internos, que las formaciones asociadas con él apuntan a ir por su cuenta en caso de nuevas elecciones y que, si hubiera efectivamente nuevos comicios, los sondeos le auguran una notable bajada de escaños. Pero todo eso, con ser cierto, no puede haber transformado a un Pablo Iglesias con una fe inquebrantable en sí mismo y en sus posibilidades de futuro de tal manera que se haya convertido repentinamente en otro hombre.
Por eso no es descabellado pensar que esa dulcificación negociadora interpretada ayer por Íñigo Errejón, el único que podía hacerla creíble, no forme parte de una escenografía con la que los de Podemos se disponen a atraer a muchos que les estaban dando la espalda por las constantes humillaciones a las que han estado sometiendo durante este tiempo al Partido Socialista. A atraer a muchos y a engatusar a Sánchez colándole de paso unos cuantos «independientes» en su tan soñado Gobierno. Ya lo veremos, pero de momento parece que entramos en un tiempo nuevo.
VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 30/03/16