Ésa es la verdadera dimensión del problema. ETA tiene diseñada una estrategia «académica» que consiste en colocar a su gente en la universidad para ampliar su entramado de apoyo. Reparemos en lo que supone para un ciudadano atreverse a endilgarle un suspenso a un asesino que tiene detrás a una banda armada.
Parece que los presos de ETA no van a poder matricularse en la Universidad del País Vasco para este septiempre por dificultades técnicas en la elaboración del convenio pero si se sigue trabajando en éste y se cumple en un año el deseo de Mercedes Gallizo, directora de Instituciones Penitenciarias –deseo que escandalosamente no ha sido replicado por ningún cargo socialista salvo el conocido caso de la concejala Gotzone Mora– la democracia española habrá dado un imperdonable paso atrás en la lucha antiterrorista. El tiempo lo demostrará, pero no podrá decirse que algunos no hicimos cuanto estuvo en nuestra mano por evitarlo. Ahí están las peticiones expresas del Foro Ermua y la AVT que se reunirá con Gallizo en los próximos días. Ahí están las voces que las antecedieron y las han sucedido. Y ahí están los silencios. Ni Rodríguez Ibarra ni Bono, que son los que ponen la nota disidente en ese partido de vez en cuando, han echado un cable en este asunto ni se han pronunciado contra ese error que cuestiona directamente el Pacto por las Libertades y que supone volver a poner a los profesores de esa universidad –amenazados o no por ETA– en el dilema de convertirse en héroes o cómplices del terrorismo.
Heroísmo o complicidad. Esta es la cuestión, la verdadera dimensión de la gravedad del problema. ETA tiene diseñada una estrategia «académica» que consiste en obtener licenciaturas de manera gratuita y en colocar a su gente en la universidad para ampliar así su entramado de apoyo social e institucional. No hay que tener mucha imaginación para reparar en lo que supone para un ciudadano normal oponerse a una estrategia terrorista, atreverse a endilgarle un suspenso a un asesino que se vanagloria de sus crímenes y que tiene detrás a una banda armada. Un Estado de Derecho no puede permitirse poner a sus ciudadanos en la dramática situación de tener que elegir entre ser héroes o cómplices de los asesinos. Una verdadera democracia es ésa en la que no hay que ser un héroe para actuar y expresarse libremente. Una sociedad normal es aquélla en la que no hay que tener un valor a prueba de bomba (uso la palabra bomba no en el sentido figurado sino en el literal) para calificar con honestidad a un alumno y suspenderle si no se presenta a un examen. Esto es lo que seguía sin comprender Mercedes Gallizo cuando «tranquilizaba» a los presos de ETA asegurándoles que haría lo posible para que se matricularan en este curso. ¿A quién debe tranquilizar un Gobierno, a los asesinos o a sus víctimas? ¿Cómo es posible que este Gobierno y sus cargos de confianza no puedan entender algo tan obvio? ¿Cómo no ha habido todavía ninguna voz oficial que tranquilice no sólo a los profesores universitarios sino a la propia sociedad a la que le afecta ese regreso de ETA a las aulas? ¿Con quién ha pactado el Gobierno de Zapatero ese regreso? ¿Con el PNV o con ETA directamente? ¿Por qué luego ese Gobierno se sorprende de que se conceda alguna credibilidad a Arzalluz cuando le acusa de estar en conversaciones con la banda? ¿No sería lógico que el PSOE mostrara su indignación al PNV por las «mentiras» de su líder más carismático en vez de seguir perseverando, como si nada hubiese pasado, en su política de acercamiento al PNV? ¿Tan sólidos son esos pactos del Gobierno con el nacionalismo que sólo cabe asumir con resignación este nuevo y «legalizado» asalto de ETA al claustro que se está planeando y sólo sirve a la estrategia nacionalista de eliminar al adversario político? He dicho que el regreso de ETA a la universidad vasca afecta tanto al profesorado que está formalmente amenazado como al que no lo está todavía. Y es que se ha querido desde el PSOE hacer una lectura falsa del problema al reducirlo a las presiones, los insultos, las bravuconadas y la propia violencia física que han sufrido determinados profesores por su relación con el movimiento cívico. Pero hay que dejar claro que ése es un problema añadido al otro, a la intolerable amenaza que supone para el docente menos comprometido el mero hecho de negarse a aprobar a un criminal que no lo merece. Y hay que decir también que en esa amenaza sobre un profesor anónimo que no se destaca por enfrentarse a ETA ni por pertenecer a ningún grupo cívico reside sobre todo el problema. También ese profesor es una víctima aunque guarde silencio, aunque obedezca al chantaje y no lo denuncie en ninguna plataforma. Y es víctima por eso mismo, tanto por sufrir la amenaza como por carecer de heroísmo para denunciarla ante una sociedad y un Gobierno que le han puesto en esa situación y le dejan solo. Es hora de decirlo, sí, aunque sea incómodo. Si el PSOE reincide en este error es porque en ese partido aún no se ha hecho una revisión crítica de la «epoca Jáuregui» de la cual procede esa lacra como otras. Imaginen a ese mismo profesor indefenso en los años «esperanzadores» de los Gobiernos Ardanza en los que denunciar este dramático dilema de «complicidad o heroísmo» era traicionar las expectativas de la normalización vasca, sabotear el intento de entendimiento con los nacionalistas, poner palos en las ruedas de la gran oportunidad que tenía el País Vasco de abandonar la violencia y la crispación. Imaginen la ilusión que le hará a ese profesor que, después de ser víctima de la desprotección por parte de los suyos, se abra ahora la posibilidad de revisar las huellas de su humillación y su miedo. Algunos inexplicables silencios y resistencias del presente tienen su explicación en esa situación del pasado. Hay héroes de hoy que no lo fueron ayer. A veces el cómplice y el héroe coinciden en la misma persona. Cosas de la naturaleza humana. Por esa razón, porque nada de los humanos –ni de los divinos– nos es ajeno, hagamos borrón y cuenta nueva, corramos un «estúpido» velo si es preciso para que ETA no vuelva a la universidad vasca. Todo menos poner como solución los polvos de Jáuregui que trajeron estos lodos.
Iñaki Ezkerra, 13/9/2004