O racistas o europeos

Carlos Yárnoz-El País

La Cataluña liderada por el xenófobo Quim Torra jamás sería admitida en Europa 

La elección de un presidente racista sitúa a la Generalitat en las antípodas de los valores de la UE, el club que, según prometían los tramposos secesionistas, iba a recibir con los brazos abiertos la quimérica república. La Cataluña liderada por el xenófobo Quim Torra jamás sería admitida en Europa, que exige la defensa de la dignidad humana, la democracia, la igualdad y la no discriminación.

Cuando Bruselas propone castigar a la Hungría de Víktor Orban o la Polonia de Andrzej Duda por sus políticas extremistas y xenófobas, la irrupción de Torra deja a esos mandatarios como aprendices de la intransigencia. Llamar a los castellanohablantes en Cataluña “bestias con forma humana que destilan odio” y decir que sufren “un pequeño bache en su cadena de ADN” ha escandalizado a historiadores como el francés Benoît Pellistrandi, que en Le Figaro relaciona el nacionalismo de Torra con “la Yugoslavia de Milosevic o la Italia de Mussolini”.

A racistas tan descarados no los admite en sus listas ni la neofascista Marine Le Pen, que en 2015 purgó a candidatos por haber difundido tuits xenófobos. En Cataluña, en cambio, los diputados nacionalistas han premiado al fanático Torra convirtiéndolo en el nuevo Molt Honorable Senyor.

La Cataluña de Torra no superaría ni la primera criba como candidato a la UE, porque los aspirantes deben respetar el artículo 2 del Tratado: “Respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho […] en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”. Ni Torra ni quienes le han investido han debido de leer ese artículo. Tampoco el 21 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, con igual fuerza jurídica, que dice así: “Se prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo”.

O quizás sí los han leído y por eso ya no insisten en que la soñada república estará en la UE. Algunos de esos extremistas conocen el artículo 7 del Tratado, previsto para sancionar a los Estados en los que exista “un riesgo claro de violación grave de los valores contemplados en el artículo 2”. Si la fantaseada república estuviera en la UE, Bruselas plantearía ahora mismo aplicarle ese artículo.

Los catalanes son las primeras víctimas. Mirando a Bruselas, muchos estarán adjudicando a Torra la famosa frase de Groucho Marx: “Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”.