Luis Ventoso-ABC

  • Casi peor que lo que dice la ministra Irene Montero es cómo lo dice

La conversación de Irene Montero el pasado 9 de marzo con una periodista de la televisión pública vasca, publicada por ABC por su evidente interés informativo, ha suscitado la lógica atención y controversia. Si lográsemos alcanzar el nivel oratorio que acredita en esa charla la ministra Montero, adulta de 32 años de edad, titulada universitaria en Psicología y madre de tres hijos, podríamos resumir lo que dijo más o menos así:

-Jo, Irene, tía, ¡pero qué fuerte! Al día siguiente del 8-M, vas y le largas a una colegui de la ETB que en la manifa había menos mogollón que el año pasado porque la peña tenía canguis con el coronavirus. Y además, le confiesas que esa superverdad se la

vas a ocultar a la gente. Jo, pues eso está supermal, tía. O sea, para que me entiendas, como que nos has engañado, ¿no?, porque tú y tu Gobierno nos animabais a todas a que fuésemos al 8, cuando en realidad ya sabíais que existía un riesgo gordo de ponernos chungas por el virus. Supercutre, tía. Qué mal».

Además de reconocer que era plenamente consciente de que existía un riesgo para las mujeres a las que llamaba entusiasmada a acudir a unas marchas bajo el edificante lema gubernamental de «Sola y borracha quiero llegar a casa», la ministra de Igualdad cuenta más cosas en la grabación. Explica que «hay países europeos que están tomando medidas superdrásticas» contra el coronavirus cuya «capacidad real de control es muy limitada». Volvemos a activar el Traductor Español-Podemita para intentar comentar también ese pasaje:

-O sea, Irene, tía, que el 9 de marzo le dices a la periodista que las medidas europeas superdrásticas no sirven. Pero solo cinco días después, Pablo y Pedro nos encaloman el estado de alarma más chungo de Europa. O sea, como que no. Que no se entiende nada, tía.

Todo esto, que parece de tebeo, presenta un problema: es cierto. El vídeo de Irene Montero prueba de manera indiscutible que la ministra mintió al público a comienzos de marzo sobre la gravedad del coronavirus. Pero además, en la grabación manifiesta su intención expresa de mantener el engaño («o sea, no lo voy a decir, porque no lo voy a decir», explica con su particular jerga inconexa). Por último, no es ya solo lo que dice, sino también cómo lo dice: tenemos una ministra del Gobierno de España que se expresa como si fuese una juvenil que se quedó anclada en la serie «Al salir de clase». Ese es el nivel. Personas de mínima o nula experiencia laboral, sin conocimientos de gestión pública, afiliados en la tardoadolescencia a las Juventudes Comunistas e instalados en un dañino rencor social (absurdo, pues el padre de Irene María logró pasar por sus méritos de empleado de mudanzas a empresario y le legó un par de pisos, dos fincas y dinerillo en el banco, y los progenitores de su pareja, Pablo Manuel, eran de buena clase media). Políticos adolescentes jugando a la gaseosa populista mientras el país enfila un cataclismo económico. O sea, tía, como que no…