Obligaciones

JON JUARISTI – ABC – 04/10/15

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· Europa plantea sus relaciones exteriores en términos moralistas, no políticos.

El pasado lunes participé en una mesa redonda sobre la crisis migratoria, junto a amigos de larga data como Alejo Vidal-Quadras y Francisco Sosa Wagner. En determinado momento se planteó la cuestión de si los países de la UE tienen o no la obligación moral de recibir a todos los refugiados que lleguen a sus fronteras desde los países de Oriente Medio en guerra (es decir, desde Siria y Afganistán). Otro de los ponentes –ninguno de los dos mencionados– sostuvo la tesis de que esa obligación existe, porque la UE no ha hecho nada por solucionar el problema en su origen.

Me pareció, y así lo dije, que tal tesis no hacía sino poner la cuestión en abismo. Es decir, ¿tenía la UE la obligación moral de impedir la guerra civil en Siria o la guerra de Afganistán? Yo creo que no, pero además lo que yo crea o deje de creer es lo de menos, porque las discusiones sobre obligaciones morales carecen de pertinencia cuando los sujetos supuestamente obligados no tienen medios para solucionar los problemas que teóricamente les incumben. Lo que ha venido sucediendo desde el lunes hasta hoy en la sede de las Naciones Unidas demuestra que la UE no puede ni ha podido en momento alguno evitar los conflictos de Oriente Medio. Los que los han alentado desde fuera y los que pueden ponerles fin de una manera eficaz o chapucera, pero inevitablemente sangrienta, son los Estados Unidos y Rusia. La UE no, y además es mejor que no se meta en dibujos.

Europa se ha acostumbrado a ver sus relaciones con el resto del mundo a través de un prisma moralista, como un asunto de obligaciones unidireccionales. Los no europeos (en rigor, los no occidentales, es decir, todos los que no son Europa o los Estados Unidos) constituyen siempre el Otro, con mayúscula. Somos los únicos que vemos a los demás bajo esta figura metafísica. Los demás nos ven y se ven entre sí como amigos o enemigos. A los amigos se les ayuda y se les suministra armamento; a los enemigos, se les bombardea. Suena muy duro, pero en un mundo de amigos y enemigos los conflictos armados se arreglan políticamente, pues la guerra es una continuación de la política. En un mundo ideal donde los actores son el Mismo y el Otro, los conflictos no tienen arreglo posible. Y es que no sabemos ver que el Otro tiene a su vez un Otro para el que nosotros somos el Otro, y que, por tanto, las obligaciones circulan en todas direcciones.

En el conflicto de Siria, Obama se ha equivocado sistemáticamente de amigos y ha provocado terribles estropicios. Apoyó con armas y dinero a los rebeldes contra el régimen de Al Asad, que, una vez pertrechados con arsenal norteamericano, se pasaron en masa a los islamistas como hicieron treinta años atrás los resistentes afganos. El acuerdo con Irán ha sido otra pifia de antología y Netanyahu se ha quedado corto en sus cuarenta y pico segundos de cabreo taciturno ante la Asamblea de la ONU, porque a los dirigentes iraníes les ha faltado tiempo para anunciar que siguen dispuestos a aniquilar a Israel. Hasta ahora, Obama ha sido una desgracia para Oriente Medio, y los Estados Unidos han perdido por su culpa al único amigo de verdad que tenían en la región.

Pero, a pesar de ello, Putin tendrá que contar con Obama para el desarrollo de cualquier plan alternativo, porque los americanos dividen el mundo en amigos y enemigos, aunque a veces se equivoquen. En cambio, tanto Putin como Obama saben que con los europeos, fuera de Europa, no se puede ir ni a por duros, porque los buenos sentimientos sirven para contraer supuestas obligaciones morales y para nada más. Que la UE bregue pues como pueda con los refugiados, piensan ambos, pero que no trate de arreglar el mundo.

JON JUARISTI – ABC – 04/10/15