La calidad del chocolate

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 04/10/15

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· Mi liberada: ¿Te acuerdas? Fue cuando toda Cataluña, aun en pleno invierno, era un suquet, «un guiso de pescado armónico y pausado», que así, con tu infatigable y ripiosa pedantería, describías a tus conocidos y saludados españoles lo que preparaba aquel Pere Portabella en su célebre fiesta del oasis. Los análisis sociológicos sobre la finura, el buen juicio y la inteligencia del votante catalán empezaban así, cuando entonces:

«El ‘oasis catalán’, esa especie de Camelot mediterráneo donde imperan el sentido común y las buenas maneras, cuenta también con su propio y misterioso Grial. En este caso, sin embargo, el Grial presenta la forma de una gran urna imaginaria, donde los votos de los ciudadanos se transubstancian de tal modo que un mismo cuerpo electoral ofrece mayorías distintas en periodos de tiempo excepcionalmente cortos. A consecuencia de ello, desentrañar el misterio de esa serenísima dualidad, explorándolo, midiéndolo y describiéndolo, se ha convertido en objetivo principal de numerosas investigaciones».

En cuanto a las fiestas públicas, qué decir. Si leyeras a José María Albert de Paco, sabrías que escribió en La Ilustración Liberal uno de los mejores artículos catalanescos, a base de coser retazos de crónicas de La Vanguardia sobre el melindro del Sant Jordi en palacio. Te transcribiré unas líneas de una de esas crónicas cenitales:

«La calidad del chocolate con melindros que se sirve cada Diada de Sant Jordi en el Palau de la Generalitat mejora con los años. Y el optimismo, distensión y relajo con que los invitados lo consumen está en consonancia. Ya pueden pelearse en Madrid por los muertos de los GAL o las últimas tropelías del CESID, que en el oasis catalán los políticos no tienen ningún problema en confraternizar distendidamente en esta tradición anual y nadie se acuerda de todas las ‘peripecias’ que sacuden a la capital de España. (…) Ver al ex conseller Macià Alavedra y su esposa, Doris Malfeito, saludando a los diputados de Iniciativa per Catalunya (IC) que le habían acosado en el Parlament o descubrir al fiscal jefe del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, José María Mena, bromeando con el conseller de Presidència, Xavier Trias, son una buena prueba del microclima catalán. Hasta las juventudes de CDC que protestan contra el euro por ignorar la lengua catalana lo hacen regalando monedas de chocolate. (…) Los que tampoco se quisieron perder la fiesta fueron los del programa de TV3 Surti com surti, que, con Jordi L.P. a la cabeza, fueron interrogando a los asistentes. Su estilo tampoco tenía nada que ver con el más incisivo de los madrileños de Caiga quien caiga».

¿Te acuerdas? Fue cuando vuestros sociólogos de guardia, vuestros filósofos con boudoir subvencionado y aquel gazielet subrayabais sin pudor la inteligencia superlativa del pueblo: su finezza respecto a los muertos y a los brutos de Madrid, el hecho de que nunca pusiera sus huevos en la misma cesta, o sea, que votara socialista para el Ayuntamiento de Barcelona, convergente para la Generalidad y socialista otra vez para el Congreso, como si una inteligencia colectiva superior guiara los movimientos del individuo. Baltasar Porcel se lo dictó a su secretaria, en una de aquellas columnas aproximadamente escritas: «El catalán no es un votante unidimensional». Eso: cuando no marcuses, mabuses.

Hasta mi admirado Lluís Permanyer sucumbió: «En Cataluña somos pactistas, y conste que lejos de ser peyorativo considero que es un elogio a nuestro civilizado y desarrollado sentido de lo que debe ser la política». Lanzabais el pactismo catalán como arena a los ojos de aquel resto de españoles que había sido capaz de firmar la Transición, el gran pacto de la historia peninsular. Nunca os faltó ni arrogancia ni imprudencia ni autismo.

Ni capacidad de improvisación, desde luego. Desde la muerte de Franco hasta la llegada de JordiPujol presumisteis de ser el laboratorio político de Europa. Una isla roja. Hasta que el nacionalismo acabó con las dos cosas. Sobre su paz corrupta, corrupta en lo económico y corrupta en lo moral, y para combatir el largo sopor balneario, os entretuvisteis con la teoría del oasis y la suprema inteligencia política de los catalanes. Aún aplaudo lo del oasis: siempre hay un punto faisandé en el agua estancada, en los balnearios y en el pinot noir, y sólo es una mera prueba de subjetivismo distinguir el oasis de charca. La formalización definitiva de la teoría del oasis la dio la confesión de Pujol. Al fin Cataluña accedía a su condición singular y diferenciada: no se conoce democracia en la que un presidente de gobierno haya compatibilizado durante 23 años su cargo con la evasión fiscal. Eso era el oasis. Y eso era el pal de paller pujolista: mero palo de gallinero.

La rememoración a la que te someto no debería azorarte. En realidad no lo hará. Es difícil azorarte. Estoy seguro de que consideras que el parlamento que has contribuido a elegir el 27 es una nueva prueba de la inteligencia colectiva de los catalanes. Yo también lo pienso aunque no estemos de acuerdo sobre el nivel de esa inteligencia. Pienso, además, que esa sangrante mayoría absoluta de diputados partidarios de saltarse la ley democrática es el correlato exacto de las actividades de Jordi Pujol: también él solo obedecía las leyes fiscales que le parecían justas.

Insisto, sé que no te amilanarás. Ya debes de estar tramando la teorización del ímpetu vanguardista con el que Cataluña se ha adherido a la política entendida como una variante del absurdo, felizmente emancipada del sentido. Tienes buenos argumentos con esos cínicos anticapitalistas cuyo mayor problema político (y económico) es cómo devolverle el favor al capitalista Mas que los ha puesto en primera línea del presente; o con el clérigo fanático, llena de llànties su chilaba, que quiere destruir España para seguir siendo español. Nunca le faltará finezza a la cosa nostra.

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 04/10/15