LUIS HARANBURU ALTUNA-EL CORREO

  • No ha cambiado Sortu, pero sí el Ejecutivo central, del que es un apoyo indispensable para la permanencia de Sánchez en el poder

Dice Sortu que quienes se oponen a los homenajes a los presos de ETA tratan de «imponer un único relato de vencedores y vencidos y eso nos aleja de la convivencia». En consecuencia el partido heredero de los postulados de ETA defiende la necesidad de que haya diversos relatos y diversas memorias que reflejen lo acontecido. Sortu piensa que están en su derecho al enaltecer el terrorismo etarra que azotó al País Vasco y a España y construir una memoria que justifique los desmanes criminales del nacionalismo étnico y totalitario.

Es como si tras la Segunda Guerra Mundial los nazis pretendieran salvaguardar su pasado criminal y enaltecer a quienes protagonizaron el apocalipsis de la Shoah. La Constitución alemana impide semejante atrocidad y, en consecuencia, los homenajes y las nostalgias neonazis son perseguidos por ley. En España, sin embargo, se da la paradoja de que en aras de una supuesta libertad de expresión los jueces permiten, y el Gobierno tolera, los ‘ongi etorris’ y homenajes a quienes sembraron el terror y auspiciaron la ‘socialización del sufrimiento’ con sus crímenes y consignas.

Hasta ahora Sortu no había tenido la gallardía de poner en evidencia su íntimo pensamiento sobre el terrorismo y los terroristas, al escudarse en una genérica intencionalidad de actuar en política sin recurrir a medios violentos. Se suponía que no condenaba el pasado criminal de ETA, pero tampoco hacia pública profesión de su homenaje a los terroristas. Se trataba de ponerse de perfil hablando de una difusa convivencia y de construir la paz. Pero, de pronto, algo ha cambiado en el escenario político vasco y español. El cambio se ha producido en la máxima instancia política, que es el Gobierno de España. No ha cambiado Sortu, pero lo que sí ha cambiado es el Ejecutivo, del que es un apoyo indispensable para la permanencia en el poder de Sánchez.

Desde que, en palabras del líder de Podemos, la izquierda abertzale fuera aupada a la «dirección del Estado», Sánchez no tuvo otra opción que plegarse a las exigencias de Sortu y sus secuaces. Los presos de ETA fueron aproximados al País Vasco en una medida que muchos entendimos como prudente, legal y oportuna, pero la forma de hacerlo, casi a escondidas y a pequeñas dosis, ponía de manifiesto que se trataba de un pago en especie al apoyo prestado por EH Bildu a Sánchez.

Una vez instalados en la «dirección del Estado», Sortu ha perdido todo recato político y se permite justificar los homenajes a los presos condenados por terrorismo e incluso a solicitar una amnistía ya que, según su relato, se trata de presos políticos que mataron, extorsionaron y sembraron el terror por causas altruistas e incluso heroicas. Al fin y al cabo si se ha indultado a quienes en Cataluña dieron un golpe de Estado, justificando dichos indultos en el bien público y general, ¿por qué no conceder la amnistía a los presos de ETA?

Sortu justifica los homenajes a los etarras en la alegría que sus familiares y amigos sienten al ver libres a sus seres queridos. Todo muy humano y emocional, pero el problema estriba en que dicha alegría rebasa el ámbito privado y se convierte en un exhibición pública de júbilo y homenaje, que ensalza los crímenes cometidos por quienes ni siquiera se han arrepentido de sus fechorías y atentados contra la democracia. Se puede entender la recepción íntima y privada a un miembro de la familia, pero no es posible entender la organización de una carrera de relevos en homenaje a alguien que ha asesinado a tres decenas de víctimas.

Los atenienses que instauraron los Juegos Olímpicos jamás habrían aceptado en sus carreras a los atletas que habían socavado la paz y la convivencia democrática con sus crímenes. Pero esto no es la Atenas democrática, nos hallamos en la distopía del sanchismo y los jueces permiten exaltar el crimen en virtud de la libertad de expresión (¿?). Ahora que el Gobierno de Sánchez se propone instaurar una memoria democrática, sorprende la obscenidad de la pretensión política de Sortu al querer exigir una memoria a conveniencia de su relato. Escudarse en la libertad de conciencia y en la falsa emotividad para reivindicar la memoria política y pública de los actores del terrorismo etnicista y totalitario equivale a consagrar un obscena memoria. Quienes, por ley, reclaman hoy la expurgación de los crímenes del franquismo no deberían solapar ni dignificar los crímenes que hasta ayer mismo cometió ETA.