Aurora Nacarino-Brabo-EL ESPAÑOL
La campaña electoral madrileña no ha arrancado, pero ya sabemos cuál es el eslogan oficioso de Isabel Díaz Ayuso: «Comunismo o libertad». Ese enunciado, con su conjunción disyuntiva, nos plantea la elección como un plebiscito, máxima expresión de la polarización que reduce la competición política a un dilema entre dos bloques antagónicos.
2. Dentro y fuera del Gobierno
No es el título de la recopilación de artículos de Indalecio Prieto, sino la estrategia de un Pablo Iglesias que le ha dado una vuelta de tuerca a la praxis populista. Los ejecutivos populistas tienden a gobernar como si en realidad no lo hicieran: hacen oposición a la oposición y responsabilizan de sus fracasos a sus oponentes políticos o a elites económicas que actúan en las sombras para sabotear las políticas de progreso.
Este relato sirve para demandar un apoyo electoral mayor que pueda doblegar a los enemigos del pueblo. Sin embargo, Iglesias ha ensayado una variante novedosa: ser a la vez Gobierno y oposición, con las ventajas de uno y otra.
3. El órdago de Pablo Iglesias
Iglesias ha ensayado una jugada arriesgada pero astuta, que parte de una toma de conciencia de su situación política. Dentro del Gobierno, Sánchez mantiene amordazado a Podemos, que ve cómo su apoyo va disminuyendo encuesta tras encuesta. El resultado de las catalanas lo convenció de que, de no ser capaces de corregir la inercia perdedora, el partido sería irrelevante en el próximo ciclo electoral.
Hace tiempo que Iglesias planeaba una transición que dejara el mando del partido a Yolanda Díaz, su ministra más popular, y el contexto político le ha brindado una oportunidad de acelerar ese relevo, empleando su salida para anotarse un último tanto en Madrid.
Por supuesto, Iglesias no aspira a ganar a Ayuso y es consciente de que su concurrencia fortalecerá a la líder regional del PP. No importa. Podemos sabe que Ayuso ejerce un gran efecto polarizador y ese efecto retroalimenta a los dos extremos de la relación antagónica. El PSOE rehuyó ese enfrentamiento y dio continuidad a la candidatura de Ángel Gabilondo, un perfil moderado que deja mucho espacio a un candidato de izquierdas dispuesto a explotar electoralmente la polarización.
La jugada podría permitir a Podemos unificar el espacio que queda a la izquierda del PSOE, recuperarse electoralmente y fortalecer al PP, lo cual es una mala noticia para Sánchez, su principal competidor en la izquierda.
4. La decisión de Sánchez e Iván Redondo
La jugada de Iglesias es el primer dolor de cabeza para el presidente en mucho tiempo. Hasta hoy, Sánchez gobernaba con comodidad. Había logrado asfixiar a su rival en la izquierda metiéndolo en el Ejecutivo, y la descomposición de Ciudadanos le restaba un rival hacia el centro. Por su parte, el PP mantenía un liderazgo contestado y débil, al que además amenazaba el crecimiento de Vox. Y ese auge de la extrema derecha le servía de tracción electoral en el contexto de polarización: era o Sánchez o el “fascismo”.
Ahora, sin embargo, el movimiento de Iglesias podría revitalizar a Podemos y fortalecer a un PP que se propone derrotar a Sánchez. Ayuso e Iglesias concentrarán toda la atención mediática de aquí a la celebración de las elecciones madrileñas. Ante este cambio en el tablero, Sánchez y Redondo podrían contemplar un adelanto electoral que restara protagonismo a la cita del 4 de mayo.
Una convocatoria ante la que el PSOE podría ejecutar un giro al centro, reivindicando la moderación frente a la política de los extremos desplegada por Podemos y PP, cambiando la disyuntiva que plantean sus rivales por una conjunción copulativa: socialismo y libertad.
La operación no está exenta de riesgos, porque la polarización ha beneficiado a quien ha sabido capitalizarla en los últimos años, pero el cráter dejado por Ciudadanos abre un espacio en el centro que el PSOE podría tratar de ocupar.
5. Ayuso campea
Los tropiezos de Ciudadanos brindaron a la presidenta madrileña una oportunidad de oro para romper un Gobierno regional marcado desde sus comienzos por los desencuentros y convocar elecciones. La cita electoral ha puesto todo el foco sobre ella, anulando a Vox, a quien después buscará integrar en su Gobierno para asfixiar su crecimiento, del mismo modo que Sánchez anuló a Podemos en el Gobierno de coalición.
6. PP y Vox no suman
Los acontecimientos de la última semana han dado oxígeno al PP, para el que las perspectivas electorales se presentan mejor que en cualquier momento del último año.
Ayuso arrollará previsiblemente en Madrid, conteniendo el ascenso de Vox cuando los de Santiago Abascal amenazaban el liderazgo popular en el bloque de derecha, y la confusión en torno a Ciudadanos ha acelerado los planes de Pablo Casado de reabsorción y unificación del centroderecha.
Pablo Casado teme el liderazgo emergente de Ayuso, pero a buen seguro se beneficiará de su inercia ganadora de cara a un posible adelanto electoral. Además, la figura de la presidenta regional está íntimamente vinculada a la capital: Ayuso no puede abandonar Madrid, al menos por ahora.
Con todo, es poco probable que PP y Vox alcancen la mayoría absoluta en unas elecciones generales, incluso si su suma supera a la de PSOE y Podemos. En un parlamento con medio centenar de escaños de partidos nacionalistas, regionalistas y minoritarios que decantan una investidura, el bloque de izquierdas tiene toda la ventaja.
7. El futuro del centro
Parece improbable que Ciudadanos pueda remontar su situación actual. La desbandada generalizada hacia el PP o la deserción en masa solo podrían contenerse con la promesa de un proyecto ilusionante y de futuro que pasa seguramente por una refundación.
En cualquier caso, el espacio de centro existe y es previsible que otros actores traten de conquistarlo, tanto desde opciones políticas ya existentes como por eventuales nuevas propuestas electorales.
8. Posmaterialismo histórico
Camino de los 100.000 muertos y con la mayor debacle económica del mundo el pasado año, cabría esperar que las preocupaciones materiales protagonizaran la política nacional. Pero esa previsión, hasta el momento, no se ha cumplido. Por contra, el tacticismo político ha ahogado los hechos y ya sólo nos queda la guerra identitaria.