Ignacio Varela-El Confidencial
¿Seguirá la lógica específicamente andaluza dominando estas elecciones o, como muchos esperan, lo que ocurra en Andalucía nos ofrecerá un adelanto de lo que viene?
En las municipales y en las generales, los resultados andaluces han sido habitualmente un buen reflejo a escala de la tendencia dominante en España en cada momento. En las autonómicas, sin embargo, se ha impuesto siempre una ‘lógica andaluza’, un hecho diferencial tan acusado como el del País Vasco o Cataluña. Lo que explica, por ejemplo, que el PSOE haya podido seguir ganando elecciones autonómicas en Andalucía incluso en momentos en que estaba desplomado en el resto de España, y sin perjuicio de que, en ese mismo periodo y territorio, recibiera las correspondientes palizas en las urnas municipales y generales.
¿Seguirá la lógica específicamente andaluza dominando esta votación —lo que aconsejaría no extrapolar sus resultados a las próximas citas electorales— o, como muchos esperan, lo que ocurra en Andalucía nos ofrecerá un adelanto de lo que viene?
El resultado del 2 de diciembre podría traer algunas sorpresas. No pretendo pronosticar nada, pero sí sugerir algunas hipótesis que, en el caso de hacerse realidad, no podrían ya explicarse en clave exclusivamente andaluza y afectarían a la política nacional. Circunstancias que, con mayor o menor probabilidad, tienen verosimilitud suficiente para contemplarlas con atención. A saber:
La participación. 62,3% en 2015. Un factor siempre decisivo; tanto, que aumentar la participación fue el principal motivo de que los socialistas buscaran hasta en cinco ocasiones hacer coincidir las autonómicas de Andalucía con las generales.
Tengo la impresión de que, en esta ocasión, los más interesados en una participación alta son Ciudadanos y Adelante Andalucía
La sorpresa —relativa— vendría de un aumento notable de la abstención. Hay elementos para pensar que tal cosa podría suceder. Habría que dilucidar si el abandono de las urnas se debe únicamente a la ausencia de incertidumbre y de pulso político en esta campaña soporífera o estaría asomando, además, el hastío social ante la apestosa política que se ha apoderado del país en los últimos años. Estaríamos, quizás, ante el preludio de un ciclo abstencionista en España.
En segundo lugar, veremos de qué manera el posible aumento de la abstención alteraría los escenarios que pintan las encuestas. Tengo la impresión de que, en esta ocasión, los más interesados en una participación alta son Ciudadanos y Adelante Andalucía.
Una fuerte bajada del PSOE. La mayoría de las encuestas (en realidad, todas menos la del CIS) lo sitúan por debajo del 35,4% de hace tres años. A medida que su descenso lo aproxime a la peligrosa frontera psicológica del 30% (no digamos si la cruza), el pánico llegaría a Moncloa, afectando a la decisión que incuba Pedro Sánchez sobre el adelanto de las elecciones generales.
El desplome del PP. Nadie espera que ese partido conserve el 27% de 2013. Su caída devendría catastrófica en dos supuestos: si queda por debajo del 20% o si, aun superando por los pelos esa barrera, pierde la segunda posición y se aproxima a la cuarta. Semejante despeñamiento no podría atribuirse únicamente a su actuación en Andalucía; más bien, sería la comprobación de que la nave que hoy comanda Pablo Casado lleva un boquete en el casco de imposible reparación en el corto plazo, y traería los peores augurios para las elecciones que están por venir en 2019.
Lo más llamativo sería que Ciudadanos llegara a superar el 20%, especialmente si, además, arrebatara al PP el liderazgo de la oposición
Una subida espectacular de Ciudadanos. Es el único partido que tiene asegurado mejorar su pobre resultado de hace tres años (9,3%). La media de las encuestas duplica su expectativa de votos y de escaños. Es evidente que semejante subida no tiene su origen en Andalucía: ni su trayectoria subalterna respecto al PSOE durante la legislatura andaluza ni el atractivo de su candidato justificarían la crecida.
Lo más llamativo sería que el partido de Rivera y Arrimadas llegara a superar el 20%, especialmente si, además, arrebatara al PP el liderazgo de la oposición en Andalucía. Sería un premio espectacular que, como mínimo, mostraría el éxito de su estrategia para superar el desconcierto en que lo sumió la moción de censura de Sánchez.
Un gran resultado de Adelante Andalucía. Cuando todas las encuestas en España muestran el declive de Podemos, sería todo un éxito que el nuevo producto que saca a la pista Teresa Rodríguez igualara lo obtenido por la suma de IU y Podemos en 2015 (22%). Atención, porque un resultado semejante lo situaría incluso en condiciones de competir por la segunda posición.
Paradójicamente, del posible éxito de esta nueva fórmula se derivarían conclusiones preocupantes para Pablo Iglesias. En lo político, porque se estaría convalidando la línea confrontativa y radical de Rodríguez frente a la pactista e institucional de Iglesias; en lo orgánico, porque sería un fuerte incentivo para prescindir de Podemos como etiqueta electoral y multiplicar las confluencias.
En 2015, la izquierda sumó un 57% frente al 36% del centroderecha. Puede ocurrir que esa diferencia de más de 20 puntos se reduzca sustancialmente
La derechización del voto. En 2015, la izquierda (PSOE+Podemos+IU) sumó un 57% frente al 36% del centroderecha (PP+Cs). Puede ocurrir que esa diferencia de más de 20 puntos se reduzca sustancialmente en esta votación. Y ese hecho reflejaría también una tendencia más nacional que singularmente andaluza. Otra cosa es que la fragmentación del voto de la derecha en tres papeletas disminuya drásticamente su ya escasa expectativa de alcanzar una mayoría de gobierno.
La aceleración de la crisis del bipartidismo. ¿Es posible que el lamentable trienio español 2015-2018 se salde con un nuevo castigo a los dos partidos que lo han protagonizado con dos gobiernos manifiestamente incapaces? No es seguro, pero sí creíble. También en este caso estaríamos ante el contagio de un clima nacional, al que hay que añadir la incontenible decadencia de las dos familias tradicionales que han protagonizado la política europea en las últimas décadas.
La emergencia de Vox. Los que manejan encuestas en tiempo real se susurran, entre el asombro y el escepticismo, que la irrupción de Vox en el escenario electoral podría estar acelerándose y convertirse en el titular de la noche electoral, como sucedió con Podemos en las europeas de 2014.
Por mucho que suba, en la mayoría de las provincias Vox no tendrá votos suficientes para obtener un escaño
Sería una pésima noticia para España y, por supuesto, para el PP, porque siete de cada 10 votantes de Vox proceden de su antiguo electorado. Por mucho que suba, en la mayoría de las provincias Vox no tendrá votos suficientes para obtener un escaño; pero los suyos serán votos perdidos que contribuirán a hacer peligrar la segunda posición del PP.
Es claro que, de producirse un resultado de Vox por encima de las expectativas, no sería por razones andaluzas. Estaríamos ante un síntoma de máxima alerta: si, como algunos vislumbran, Vox está próximo al 5% en Andalucía, ¿cómo estará en lugares como Madrid? Crucemos los dedos.
Puede que el 2-D se produzcan todas estas sorpresas, alguna de ellas o ninguna. Pero el simple hecho de que, a una semana de la votación, parezcan verosímiles, ya da que pensar.