Juan Carlos Girauta-ABC
- El peligro es que el lector superficial lo utilice para calzar la mesa de sus prejuicios
Una espuma larga de presagio comienza a vetear el horizonte. Tarde o temprano alcanzará la orilla como una ola gigante y cogerá al Gobierno jugando con el cubito, la pala y los expertos. El Fraudillo de España largando naderías por los codos o imitando a Kennedy con posados de hace sesenta años. Con el martillito y con la hoz de papel de plata se entretendrá el petit Garzón mientras sus colegas corretean por el efímero sueño del poder.
Nunca entendieron que el poder no existe, de ahí todo el equívoco y toda la juventud perdida. Es tan fácil colocarlos ante sus mentiras que mejor dejaremos esa facilidad a los verificadores para que maten el tiempo, aunque no hay que esperar
nada porque salen escorados de fábrica y solo verifican hacia un lado. Debemos compadecer a los ministros de Viva la Gente y al puñado de vicepresidentes; la ola gigante los arrastrará por las salas del Supremo con la fuerza invisible de miles de muertos cuyas familias ya se organizan, con la memoria furiosa de los ancianos a cuyas residencias solo llegaron morfina y olvido. En la vía judicial se dirimirá todo al final, lo fúnebre y los dos millones de multas ilegales.
El mando único anda pidiendo que le alarguen la excepcionalidad, una cosa más viril, en tanto que despacha sus responsabilidades hacia abajo, como el que se sacude las migajas de un festín fatal. Tenemos al pobre Simancas, que ya no se respeta -y lo comprendo- desde que tuvo que hacerse la foto de familia con Bildu, tratando de colocarle el peso de los muertos y de las miserias moral y material a la presidenta madrileña. Isa les quita el sueño, con razón, y dan coletazos ciegos como peces arrojados a la arena.
Asombra que, en pleno pandemónium, los cucos progresistas -que encarnan el regreso y el eterno retorno de Caín- sigan confiando en campañitas que ignoran la extensión y profundidad de la herida social. Pero, entre ofendidos y querellados, no asombra menos el tercerismo vocacional. Una cosa es que te encuentres dos Españas que se enconan y te veas situado en la tercera, y otra muy distinta es tener vocación de tercerista. Oye, «los unos» son responsables del contradiós; «los otros», donde gobiernan, lo hacen contigo.
Las armas y las letras de Trapiello es obra que hay que tener en la biblioteca del mismo modo que no hay cocina sin sacacorchos. Ojearlo y hojearlo es grato e ingrato. El peligro es que el lector superficial lo utilice para calzar la mesa de sus prejuicios. Aquí nos hemos creído que para mantener el sello de intelectual lo suyo es proclamarse seguro perdedor antes de jugar. ¿Ignoran que el autor del manido «los hunos y los hotros» anduvo con los unos y con los otros antes de marcar distancias con el hachazo de sus haches? La última edición de Trapiello trae una foto inolvidable: los hermanos Machado con los Primo de Rivera, padre e hijo, celebrando el estreno de La Lola se va a los puertos.