Ignacio Camacho-ABC
- Después de todos los sacrificios sufridos merecemos conocer sin histeria ni ocultismo la naturaleza exacta del peligro
Prepárate, que pueden venir, o volver, días duros. En este momento los Estados se dividen en dos categorías: la de los que han decidido tomar medidas ya, a riesgo de incurrir en abuso, y la de los que prefieren esperar a que pasen las fiestas para no sabotear el consumo. Bueno, y una tercera en la que sólo hay uno: España, donde el presidente se desentiende del asunto como si no fuera problema suyo. En todo caso hay pánico, quizá exceso de pánico a la vista de los números, y se están adoptando decisiones espasmódicas que rodean la Navidad de malos augurios. La cepa sudafricana ha revelado de golpe el error de pensar que los países desarrollados podían sentirse seguros acumulando vacunas sin pensar en el resto del mundo. Y ese desequilibrio ha acabado por provocar el final abrupto del mito de la inmunidad de grupo.
Es probable que esta alarma internacional sea producto de una sobrerreacción ante la nueva variante. En 2020, al inicio de la pandemia, hubo fallos de previsión, desprecio del riesgo, temeridades fatales -¿te acuerdas del 8 de marzo?-, y ahora ningún gobernante quiere ser acusado de negligente o de irresponsable. En muchos países europeos la vacunación es insuficiente y sus dirigentes no saben cómo aumentar el porcentaje, de modo que prefieren pasarse de precavidos aun a costa de poner la recuperación en jaque. Pero hay situaciones inquietantes: Alemania ha empezado a desviar pacientes a Italia y a Suiza ante la inesperada saturación de sus hospitales. Y ése sí es un hecho para asustarse.
La incógnita clave de la sexta ola es la letalidad potencial de Ómicron, o al menos la gravedad de sus consecuencias. Su comportamiento está por determinar y por eso sorprende el tono de gravedad pesimista con que la OMS ha dado la alerta, el rigor de las restricciones y la prisa de las farmacéuticas en anunciar respuestas vacunales nuevas. Eso no ha sucedido con Delta, pese a la evidencia de que también sortea la inmunización y tiene capacidad de transmitirse en cadena. Se diría que existe una desconfianza subterránea en el actual nivel de defensa.
De un modo u otro estamos a punto de regresar al estéril debate sobre el impacto económico y el sanitario. Cuestión ociosa porque después del último año resulta obvio que son simultáneos y no queda nación en condiciones de enfrentarse a ambos. De ahí la importancia de conocer cuanto antes si esto se trata en la práctica de un nuevo virus que devolvería la crisis al principio, en cuyo supuesto sería imperativo que las autoridades no tarden tanto como la otra vez en advertirlo. Tan nociva es la histeria sin fundamento como el ocultismo; para pedir a la población otros sacrificios hay que explicarle la naturaleza exacta del peligro. Hemos hecho con disciplina y civismo todo lo que nos han dicho y que ahora nos traten como adultos es lo mínimo que merecemos al cabo de todo lo sufrido.