Editorial-El Mundo
EL INTOLERABLE desafío de Quim Torra al embajador español en EEUU, Pedro Morenés, ha puesto de manifiesto no solo la deslealtad del presidente de la Generalitat, sino las tensiones dentro del Gobierno de Pedro Sánchez a cuenta del procés. Torra aprovechó ayer la inauguración de un festival folclórico en Washington para cuestionar la calidad democrática de España, acusar de «represión» al Estado, pedir la liberación de los «presos políticos» y denunciar que Puigdemont se encuentra en el «exilio». La contundente respuesta de Morenés, que desmontó las mentiras que los independentistas repiten en su demagógica campaña propagandística por todo el mundo, provocó que Torra y sus acompañantes abandonaran el acto con irrespetuosos abucheos al embajador. En el poco tiempo que lleva al frente del Govern, Torra ha dado muestras inequívocas de querer mantener el desafío soberanista y el enfrentamiento institucional, de ahí que Josep Borrell calificara lo sucedido como «un incidente que veíamos venir». El ministro de Exteriores defendió la respuesta de Morenés y censuró los ataques de Torra a la democracia española.
El presidente del Gobierno, sin embargo, prefirió las evasivas y evitó criticar la actitud del president catalán. Sánchez, que se verá el próximo 9 de julio con Torra, a pesar de que éste ha reiterado su intención de mantener la declaración de independencia y de repetir un nuevo referéndum ilegal, declaró en Bruselas que el Gobierno no tenía intención de «buscar para nada la confrontación» con la Generalitat. Desconciertan y desalientan tanto la pasividad de Sánchez como sus palabras, ya que el PSOE pactó en su día con el Gobierno de Rajoy la aplicación del 155 y no hace muchas semanas se mostró partidario de mantener su aplicación. Es lógico que Sánchez, que debe su llegada al poder a los votos de los independentistas, trate de amistarse con Torra, pero no debe olvidar que ahora es el presidente de todos los españoles y que se debe a la legalidad constitucional.
Pero la condescendencia de Sánchez con los independentistas no se acaba en su silencio ante el escarnio de los golpistas en EEUU. Su estéril empeño apaciguador tampoco ha servido para evitar el acoso de los radicales a Felipe VI durante la entrega ayer de los Premios Princesa de Girona, una ciudad cuya alcaldesa, Marta Madrenas, del PDeCAT declaró en octubre de 2017 a Felipe VI persona non grata y denegó el uso del auditorio para celebrar el acto.Siguiendo las indicaciones de Torra de «rechazar» al Rey, los autodenominados Comités de Defensa de la República organizaron un intimidatorio operativo de presión sobre el jefe del Estado. Una provocación avalada por la ausencia de representantes de la Generalitat y de las administraciones locales en la entrega de los premios y por la inauguración en Caldes de Malavella de la plaza del Ayuntamiento como Plaza 1 de Octubre. Vergonzoso.