Santiago González-El Mundo

Mi Señoría. He tenido siempre una gran opinión de su paso por la judicatura y le escribo para encarecerle que ponga un poco de orden en el acercamiento de los presos terroristas y de los golpistas catalanes a cárceles próximas a sus casas. Ya de paso, podría poner algo de luz en la penumbra intelectual en que habita el presidente Sánchez. Decía este hombre a los periodistas que va a acercar a los etarras, comenzando por «los mayores de 70 años y los enfermos terminales». Puede usted recordarle que a los enfermos terminales no es cosa de acercarles a cárceles vascas, sino de enviarles a casa para que pasen sus últimos días junto a los suyos, que así lo establece el artículo 91.3 del Código Penal con el sólo requisito de la falta de peligrosidad del penado, además del dictamen del médico forense y los servicios médicos de la prisión.

Deberá explicarle que no vale el dictamen del doctor Urkullu ni el de Bildu. No haga suyas las deudas de Sánchez en materia de presos. Supongo que pasaría usted algo de vergüenza al ver al presidente permitir que el diputado Rufián llamara secuestrados a los golpistas presos –la pasé yo, que no soy ministro ni nada–, pero alguien debería decir que en España no hay presos políticos, como hizo el embajador Morenés en Washington ante Quim Torra. El presidente repitió ayer su indignidad del miércoles en el Congreso, ratificándose en su posición: «No vamos a buscar la confrontación con el Gobierno de Cataluña». Si no defiende al Tribunal Supremo frente a cualquier Rufián, a ver por qué iba a defender a un simple embajador de España.

Aún conservo una opinión favorable sobre usted a pesar de sus malas compañías actuales, pero no debe repetir los sofismas de sus nuevos compañeros. Decir, por ejemplo, que «no habrá traslados colectivos como se hicieron en los 90 por Aznar». Estoy de acuerdo en que los casos deben estudiarse individualmente y operar conforme a la ley, pero permítame recordarle dos hechos: el primero, una resolución del Congreso que aprobó una moción de IU defendida por Rosa Aguilar el 10 de noviembre de 1998. El segundo, el 15 de junio de 1999, una moción del PNV y EA que pedía una nueva política penitenciaria ante el incumplimiento por el Gobierno de la anterior. El PP aceptó si se incluía la expresión «en el tiempo más inmediato posible». Así se hizo, se aprobó por unanimidad y el Gobierno acercó a aquellos 105 presos. Es un matiz.

Mi amigo Rubén Múgica, que reúne la doble condición de víctima y abogado, me alertaba sobre los acercamientos: «No es la liebre; es el galgo que va detrás». El galgo es en Euskadi la transferencia de Prisiones, que permitirá al PNV negociar con los herederos de ETA. En el caso de los golpistas catalanes es más fácil: la Generalidad tiene las competencias desde 1985. Ya verá qué poco tardan en soltarlos, cuando dejen de ser preventivos.

Usted pedirá que se haga con respeto a la ley; Pedro Sánchez le dirá que bueno, y nombrará juez de Vigilancia Penitenciaria a Luis López Guerra, así está el tema.