EL MUNDO – 16/04/15 – VICTORIA PREGO
· Las informaciones sobre el caso son todavía demasiado inconcretas y ni en Hacienda ni en el Servicio de Prevención de Blanqueo de Capitales (Sepblac) están dispuestos de momento a concretar de qué estamos hablando cuando se trata de la investigación abierta a Rodrigo Rato. Tan sólo sabemos que el que fue vicepresidente económico en los gobiernos de José María Aznar tenía dinero oculto, es decir, sin pagar impuestos, en el extranjero y que lo regularizó al amparo de la amnistía fiscal aprobada por este Gobierno. Pero no sabemos aún si el Sepblac le está investigando por un presunto delito de blanqueo de capitales, lo cual supondría que el dinero tenía un origen ilícito y convertiría en especialmente grave, de hecho en escandaloso además de delictivo, el puro escándalo de la regularización. Tampoco sabemos de qué cantidad estamos hablando ni de dónde provienen los miles o millones de euros que Rato mantuvo fuera del control de esa Hacienda Pública que él dirigió durante años.
Pero sí sabemos que el impacto que ha causado en la opinión pública esta noticia aún sin rematar ha sido formidable. A Rodrigo Rato no se le puede discutir el acierto de su gestión económica cuando estuvo al frente del Ministerio de Economía y Hacienda. Pero, precisamente porque fue una referencia de buen hacer, resulta más impactante la certeza de que se comportó como cualquiera de los granujas que han estado estafando durante años a todos los españoles, también en épocas donde la contribución de todos ellos a las arcas del Estado habría podido paliar muchas de las dramáticas carencias que han padecido y padecen todavía tantos españoles.
A pesar de que hay que aceptar que la Agencia Tributaria ha actuado con independencia y sin tener en cuenta ni el nombre ni la adscripción de los investigados y tampoco el momento político en que estas noticias salen a la luz, el golpe al PP es de una contundencia difícilmente ocultable.
Pero son 704 los defraudadores que componen la primera lista de Hacienda. Estos 705, contando a Rato, son todos personas que perciben un salario público. Aún no conocemos los nombres pero hay que preguntarse inmediatamente cómo es que un servidor público, con los sueldos más bien modestos que perciben, ha podido enriquecerse tanto como para mantener en el extranjero cuentas ocultas al Fisco. Averiguar el origen de ese dinero resulta capital y en eso está el Sepblac.
Pero no acaba aquí la cosa. Después de esta remesa llegará otra, mucho más numerosa, que incluye a gentes que no trabajaban, aparentemente, al servicio del Estado. Y en ella parece que hay personas de la máxima relevancia pública. Llegados a este punto es obligado preguntarse si en algún momento de nuestra historia reciente han existido políticos, empresarios, sindicalistas, empleados de nivel, españoles con cierto poder adquisitivo, que hayan cumplido con sus obligaciones tributarias, que es tanto como cumplir con sus conciudadanos.
Enrique Jardiel Poncela escribió una novela titulada Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? La pregunta sigue siendo hoy procedente aunque es obligado alterar la condición. Y hay muy serias dudas de que en España haya habido alguna vez once mil españoles adinerados que hayan sido honestos y cumplidores. Desolador.