JUAN CARLOS VILORIA-El Correo

  • La invasión de Ucrania desvela la otra cara de Amnistía y Greenpeace

Un informe de Amnistía Internacional (AI) en el que reprocha a Ucrania poner en peligro a civiles al instalar su Ejército infraestructuras militares en zonas habitadas ha desatado una oleada de críticas contra la poderosa ONG, acusándola de hacer el juego a Vladímir Putin y servir a la propaganda rusa. El presidente Zelenski culpa a AI de poner a la víctima y al agresor al mismo nivel y de no efectuar informes sobre las violaciones del Derecho Internacional humanitario en el lado ruso. La diplomacia rusa se ha felicitado por el dosier, mientras la prensa de calidad europea, como ‘The Times’, sostiene que AI ha perdido credibilidad sirviendo de portavoz a la propaganda del régimen de Putin. Esta polémica en torno a la ONG que denuncia e investiga la violación de derechos humanos en el mundo es la mayor de los últimos años y ha intensificado las acusaciones de «deriva tendenciosa» hacia Amnistía Internacional.

La crítica incide en una actuación sesgada de la ONG, que desde hace años viene siendo señalada por realizar informes desconcertantes que nada tienen que ver con sus luchas iniciales sobre la libertad individual y la dignidad humana. «Se ha instalado como árbitro moral de la humanidad y ha perdido su imparcialidad con un claro sesgo hacia la izquierda realizando dosieres políticos muy tendenciosos y poco ajustados a los hechos», han señalado los críticos con la organización. En los últimos días, AI ha vuelto a colocarse en el centro de las críticas por su calificación al Estado de Israel como Estado de ‘apartheid’, mientras que no ha reaccionado con contundencia tras el atentado criminal contra Salman Rushdie.

En el terreno de la defensa del clima y del medio ambiente, el papel equivalente a Amnistía Internacional lo representa Greenpeace, cuya imagen se tambalea afectada también por la onda expansiva y los efectos colaterales de la invasión de Ucrania y la crisis energética que golpea a todos los países industrializados. Después de años de lucha contra el átomo en favor del gas, beneficiando los intereses de los grandes proveedores como Rusia, ahora se enfrenta a la UE en su decisión de calificar ambas energías dentro de la taxonomía verde equiparándolas a las energías renovables en los programas de financiación sostenibles. A juicio de los autores del estudio ‘L’autre visage de Greenpeace’ (El otro rostro de GP), la ONG verde se ha convertido en un grupo de presión política y ‘agit-prop’ cuyo primer objetivo es extender el miedo a la energía nuclear civil y hacia los OGM (organismos genéticamente modificados) porque el miedo le permite recolectar donaciones. «Ha dejado de apoyarse en la ciencia para sus informes y se ha convertido en una especie de religión», avisan.