Operación de riesgo

Ibarretxe coincide con Batasuna y ETA en urgir la creación de la mesa de partidos. Zapatero se enfrenta a un diálogo de riesgo. Aunque la reunión con ETA, presumiblemente, forma parte de un pacto con Josu Ternera, son tantas las incertidumbres que no estaría de más que el Gobierno debiera asegurarse el apoyo al menos del PP antes de acudir a esa cita.

El diálogo oficial con ETA anunciado por el presidente del Gobierno el pasado domingo va a ser para José Luis Rodríguez Zapatero una operación de riesgo. En ninguno de los contactos anteriores con la banda terrorista una iniciativa de este tipo había contado con tan poco consenso y con el rechazo de tantos sectores.

La decisión de sentarse en una mesa con la banda terrorista no cuenta, al menos de momento, con el visto bueno del principal partido de la oposición, que dice haberse enterado por el telediario del anuncio presidencial, a pesar de que tras la tregua etarra parecía que había quedado solucionado el problema de incomunicación entre el jefe del Ejecutivo y el líder del PP. Hay una cuestión de formas, pero hay también un asunto de fondo, ya que el PP tiene el convencimiento de que la banda no se ha planteado el abandono definitivo de las armas y, por tanto, no se da el requisito establecido en el acuerdo del Congreso de los Diputados del 17 de mayo del pasado año.

La disposición del PP, expresada tras la tregua, a dejar hacer al presidente del Gobierno ha encontrado un serio obstáculo en las recientes manifestaciones públicas de los dos dirigentes etarras, que han dejado tocada del ala la versión oficial sobre las intenciones reales de la banda. El propósito de Zapatero cuenta también con el rechazo formal y oficial del Ejecutivo de Navarra, que siente amenazado el estatus de la comunidad foral, sin que el presidente haya sido capaz de disipar los temores de quienes gobiernan en Pamplona. Zapatero tiene en contra, además, a la mayoría de las víctimas del terrorismo, a las que no ha tranquilizado el anuncio de una mención en el preámbulo de la Constitución. Se piense lo que se piense del presidente de la AVT, ésta sigue siendo la organización mayoritaria de víctimas y está radicalmente en contra de esa negociación con ETA. Pero no sólo se opone la AVT; el grupo que reúne en el País Vasco al mayor número de afectados por el terrorismo, Covite, advertía a Zapatero hace dos días de que hablar con ETA en estos momentos sería una traición.

Por si todo lo anterior fuera poco, el anuncio de Rodríguez Zapatero se ha encontrado con duras críticas de la izquierda abertzale, no porque les parezca mal que se reúna con ETA, sino porque temen que sea una medida destinada a evitar la creación de la mesa de partidos a la que conceden mucha más importancia que al diálogo con la banda terrorista. Lo urgente para Batasuna es hoy la mesa de partidos, con ellos – los ilegalizados- situados en igualdad de condiciones que el resto. Y sobre este foro, Zapatero no ha dicho esta boca es mía. De ahí que Otegi y sus compañeros sigan insistiendo en que la situación puede ser insostenible.

Tampoco al nacionalismo institucional le ha parecido suficiente el pasado del presidente. El Gobierno vasco fue el primero en descalificar su anuncio, aunque el PNV, como partido, todavía no se ha pronunciado oficialmente sobre la cuestión. Ibarretxe, al igual que sus socios minoritarios, coincide con Batasuna en urgir la creación de la mesa de partidos. Y ETA, si nos atenemos a sus últimas declaraciones públicas, está en la misma línea. José Luis Rodríguez Zapatero se enfrenta, por tanto, a un diálogo de riesgo, con muy pocas redes de seguridad para el caso de que las cosas no vayan bien. Aunque la reunión con ETA, presumiblemente, forma parte del esquema pactado con Josu Ternera, son tantas las incertidumbres abiertas que no estaría de más que el Gobierno se asegurara el apoyo al menos del PP antes de acudir a la mesa con los terroristas.

Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 24/5/2006