IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La presentación de Yolanda Díaz se ha cocinado en los fogones monclovitas. El sanchismo necesita ayuda y tiene prisa

Dado que el discurso de Tamames se había filtrado con antelación, la única novedad de la moción de censura fracasada consistió en la presentación de Yolanda Díaz como candidata, aunque ya la había anunciado en el relamido vídeo al que Herrera, zumbón, puso la sintonía musical de la abeja Maya. El movimiento, que al parecer ha irritado a Podemos por madrugarle el proceso de acuerdos internos, lleva el sello de un Sánchez necesitado de cerrar con urgencia el boquete que tiene abierto en su flanco izquierdo. Si no frena la sangría que los sondeos detectan por ese lado se puede despedir de la esperanza de revalidar el mandato, porque ni Montero (Irene) ni Belarra, y menos después de las leyes trans y del ‘sí es sí’, están en condiciones de retener otro voto que el de los muy sectarios. Díaz le parece un bluff a la derecha, y probablemente lo es, pero unida a Errejón, algunas plataformas regionales y quizá a Colau, tiene en su bando el predicamento suficiente para retener y hasta motivar a una porción significativa del electorado. El PSOE, por mucho que presuma, no está para desperdiciar ayudas. Y pese a que la interesada prefería esperar, el entorno presidencial ha metido prisa al detectar que Iglesias estaba ejerciendo presión y urdiendo intrigas. La operación de puesta de largo –de blanco iba vestida– se ha cocido en los fogones monclovitas con la intención de apuntalar de inmediato las malas expectativas en ayuntamientos y autonomías.

Mayo sería, en todo caso, la prueba piloto del proyecto, si llega a tiempo. El segundo paso, el crucial, son las elecciones generales de otoño o invierno, en las que la plataforma de la vicepresidenta –«Sumar, creo que se llama», dijo con desdén un Tamames molesto por la insufrible matraca que la oradora le estaba infligiendo– va a aparecer con o sin Podemos como segunda marca de una coalición de hecho que pretende disputarle a Vox el tercer puesto y unos escaños acaso decisivos en la configuración del próximo Gobierno. Pero hay un tercer horizonte a más largo plazo, sobre todo en el caso de que el desgaste del actual bloque de investidura desemboque en un descalabro. Se trata de ir diseñando una candidatura de recambio que aborde el postsanchismo, en enero o dentro de cuatro años, desde la perspectiva de un frente amplio. Una variante española de la ‘Francia insumisa’, con una cabecera femenina y el respaldo periférico de las distintas fuerzas nacionalistas. Sí, parece un cálculo muy distante… salvo que el análisis se detenga un poco en el vacío estructural del PSOE de Sánchez, cuyo estilo cesarista ha suprimido en la práctica el orden jerárquico que servía de enlace entre los militantes y un líder que se ha encargado de que en ese espacio intermedio no haya nadie. Una derrota puede hacer saltar todo por los aires y provocar un inesperado –o desesperado– corrimiento de tierras en las bases.