Ignacio Marco-Gardoqui-EL Correo

El acuerdo alcanzado ayer entre el Gobierno vasco y la patronal Confebask para exigir el traspaso de los fondos europeos es una iniciativa oportuna. Primero, porque esto de los acuerdos entre los poderes públicos y los empresarios debería ser algo más frecuente. Nos ahorraríamos muchos disgustos. Segundo, porque es evidente que los fondos europeos son una ayuda extraordinaria, que no se repetirá en años y hay que aprovecharlos bien. Tercero, porque los datos conocidos hasta la fecha muestran una lentitud exasperante en su materialización por parte de la administración central, lo que puede dar al traste y anular los objetivos perseguidos. Cuarto, porque la administración vasca ha demostrado en el pasado una mayor agilidad en la gestión de los trámites de ayudas. Y quinto, porque la cercanía entre el órgano gestor y el beneficiario permite un mejor conocimiento de su necesidad y un control más preciso de su buen fin.

Pero hay un límite. Una cosa es que las ayudas se concedan ‘desde cerca’, lo cual es bueno, y otra distinta que se den sin tener una visión global y de conjunto. De lo contrario, y si cada autonomía mira solo a sus conveniencias y planes, podemos terminar poniendo una fábrica de baterías en cada pueblo y un eletrolizador en cada barrio. Las ayudas europeas tienen un fin claro que es la modernización del equipamiento productivo y la consiguiente mejora de la productividad del sistema. Todo ello dentro de un conjunto coherente.

El peligro es evidente. No vivimos tiempos de concordia y colaboración entre administraciones, como vimos en la revisión del sistema de financiación autonómica que empezó con una demostración palmaria de la llegada de la nueva era de concordia y pacificación en las relaciones entre Cataluña y el resto del Estado, que anunció Pedro Sánchez tras firmar el acuerdo con Junts. Hubo quejas de los asistentes, pero ningún enfrentamiento con el Govern catalán. ¿Hubo acuerdo? No, lo siento. Simplemente hubo inasistencia. Con ellos no va la cosa, prefieren y exigen un tratamiento bilateral, ajeno a los problemas, necesidades y carencias de los demás. Así que la cuestión se convertirá en las próximas semanas en un jaula de grillos en donde los egoísmos propios, las carencias particulares y los reproches mutuos pondrán difícil cualquier solución racional.

Por eso, el acuerdo que comentamos es bueno y, dada la extraordinaria debilidad del Gobierno central, también es conseguible. Basta con que el PNV adopte la misma postura que sus compañeros de exigencias. Pero sería mejor si, después, ampliamos el foco desde nuestro particular ombligo y miramos un rato y un poco alrededor. No están los tiempos para malgastar dinero.