Oposiciones a la oposición

ABC 28/10/16
IGNACIO CAMACHO

· Rajoy se siente a gusto frente a un bloque cimarrón de populistas y secesionistas que rivalizan en enormidades

EN esta legislatura solo va a haber algo casi tan complicado como la estabilidad del Gobierno, y es la de la oposición, cuya jefatura está vacante al menos hasta que el PSOE recomponga su liderazgo. Asentada por el propio Rajoy la idea de su precaria solidez, el debate de investidura se convirtió en una prevista porfía por su antagonismo. Una disputa que el portavoz interino de los socialistas tuvo que librar con una mano atada, lo que le obligó a ejecutar una faena de aliño. Hernando cumplió su penoso papel con dignidad y sin brillo. Condenado a dejar paso a Rajoy, se limitó a anunciar que lo hará con la nariz tapada y a esperar que el candidato no le refregase la abstención por la cara. Pero el presidente no se resistió a aplicarle el abrazo del oso y le recordó, para su mayor incomodidad, que es más lo que los une que lo que los separa.

Pablo Iglesias salió a explotar el hándicap del rival, que no tenía derecho a réplica, y peleó la plaza a concurso con su habitual vocación de vedette tribunera. Empezó saludando ¡¡a las Brigadas Internacionales!! para enarbolar un discurso de retórica bélica: en un bando el régimen corrupto de la oligarquía y en el otro él solo con su arcangélica pureza. Se puso el listón tan alto a sí mismo que necesitaba acabar con otra mano de cal viva, con un susto de creepy clown, y al calificar a los diputados de «delincuentes potenciales» incurrió en hipérbole de demagogia gamberra. Rajoy se siente a gusto, quizá demasiado para lo que le conviene, frente al líder de Podemos, que le saca lo mejor de su zumbona dialéctica. Se dio un festín impartiéndole lecciones de primero de democracia con humillante pedagogía de Petete; lento, displicente y burlón, abusivo de pura condescendencia.

Luego salió Tardá como un jabalí cimarrón, anunciando sediciones, secesiones y repúblicas ibéricas. Quizá merecía una respuesta menos indulgente de la que obtuvo de un candidato empeñado en ofrecer diálogo razonable frente a tan insolente turbulencia. El presidente olvidó adrede la autoridad para tildar al insurrecto de intolerante a costa de dejar insatisfechos a los votantes del centro-derecha. Se diría que le gusta un bloque opositor tan montaraz, con independentistas y populistas rivalizando en enormidades que llenan el zurrón del PP con el voto asustado de las clases medias.

Es lo que va a tener si el PSOE no encuentra pronto su tono y su estrategia. Eso y un PNV ofrecido en alquiler por Aitor Esteban al cazurro grito de «Mariano, menos leña y más grano». Más los días alternos de Ciudadanos, al que Rivera postuló con templanza como partidito instrumental, constructivo, pragmático, capaz de hostigar al Gobierno los martes y los jueves y apoyarlo los lunes, miércoles y, sobre todo, los viernes, día de Consejo de Ministros. Experto en oposiciones a cuerpos del Estado, Rajoy pareció seleccionar ayer a Iglesias como adversario.