José Antonio Ortega Lara, ex funcionario de prisiones que permaneció secuestrado por ETA durante 532 días, ha defendido que las víctimas no deberían quedarse «ancladas en ese papel de víctimas exclusivamente» y ha dicho entender la «rebelión» frente a «procesos negociadores» que «no les tienen en cuenta» o «pasan por encima de su memoria y dignidad».
Ortega Lara ha participado este sábado en las Jornadas sobre Católicos y Vida Pública, organizadas por la Asociación Católica de Propagandistas en el Palacio Euskalduna de Bilbao, donde ha relatado a los asistentes su secuestro por parte de la banda terrorista desde el 17 de enero de 1996 hasta el 1 de julio de 1997.
Tras explicar lo vivido durante este periodo, ha indicado, en respuesta a las preguntas realizadas por el público sobre el papel que deben jugar las víctimas, que este colectivo no debe quedarse «ancladas en ese papel de víctimas exclusivamente». «Ellos han dado lo mejor que tenían por España, su vida, qué más se puede vivir. Hay que tenerles en cuenta», ha insistido, añadiendo que es preciso intentar «trasladar un mensaje de solidaridad, de apertura a la sociedad y no quedarse enclaustrados en su papel victimista».
En cualquier caso, ha señalado que no sabe «hasta qué punto ese papel lo van a poder jugar o no» porque tiene la sensación de que «los políticos españoles lo tienen todo atado y bien atado». «Les entiendo muy bien cuando se rebelan frente a procesos negociadores en los que no se les tiene en cuenta a ellos o se pasa por encima de la memoria de los asesinados y de su dignidad como personas, como ciudadanos», ha asegurado.
Ortega Lara ha reiterado su oposición a que «se produzca una negociación política con unos asesinos, sobre todo cuando no se tiene en cuenta la memoria de los asesinados y la dignidad de las víctimas, de los muertos y de los vivos». «Si a alguien tengo que rendir pleitesía, lo hago por los asesinados», ha agregado. En relación a la solidaridad con las víctimas, ha indicado que la sociedad española, en general, «la sensibilidad con el problema de las víctimas empezó a ser real a partir de los años 92, 93» y, a su entender, no ha habido «un problema tanto de sensibilización social» como de «necedad política».
De este modo, ha señalado que «nuestros gobernantes se han hecho a la idea de que pueden manejar el país anteponiendo sus intereses personales o políticos al interés general, en muchos casos, y es un grave error». Ortega Lara ha señalado que le gustaría que «esto acabe» y que «poder ver el final» en el que «el país no se desangre a sí mismo los unos contra los otros».
Preguntado por la reconciliación, ha afirmado que, a su entender, «lo primero es admitir los errores, pedir perdón y hacer frente a las responsabilidades penales y civiles». A partir de ahí, ha añadido, «el Estado e incluso creo que las víctimas adoptarían una postura de perdón» -que según ha reconocido a él en este momento le «cuesta»- y de «reconciliación futura para que las generaciones que vengan detrás no tengan que seguir padeciendo lo que hemos padecido nosotros».
El ex funcionario de prisiones ha relatado a los asistentes a las jornadas cómo se produjo su secuestro el 17 de enero de 1996 en el garaje de su casa, cuando regresaba del trabajo, así como la situación que vivió recluido en el ‘zulo’ primero con «zozobra e incredulidad», luego con una fase de «fortaleza moral» y finalmente en los últimos meses con un estado «deplorable» en el que llegó a pensar que «morir sería una liberación» y estaba «absolutamente convencido de que no saldría de allí». Durante este periodo, en el que ha señalado que sus «soportes» fueron su familia, la fe católica y «el método» y la disciplina diaria para realizar tareas, ha reconocido que sintió «algo» de ‘síndrome de Estocolmo’ pero «no demasiado» hacia sus secuestradores porque eran su «enlace» con el exterior.
En este sentido, ha afirmado que, al ser liberado, no tenía «odio» hacia ellos, aunque sí hacia quienes les habían ordenado el secuestro. También ha relatado el momento de su liberación en julio de 1997, en la que pensó que iban a matarle y al guardia civil que accedió al ‘zulo’ le «costó convencerme de que saliera», y tras la que lo primero que hizo cuando llegó a casa fue «preguntar por mi hijo» y «sentarme en el sofá».
LA VANGUARDIA, 10/4/2011