Juan Pablo Colmenarejo-Vozpópuli

Todavía queda algún ingenuo que piensa que Sánchez y sus socios de investidura desaparecerán muy pronto de la escena

La osadía es atrevimiento, también audacia y resolución. Después de ser investido Presidente del Gobierno, por dos votos de diferencia y otros 18 pendientes de cobro, Pedro Sánchez tiene el mando en la mano y lo va a ejercer para controlar los tres poderes del Estado, a sabiendas de que el público, perplejo y atado a las redes sociales, se traga la medias verdades como si fueran palomitas de maíz. Osadía y poder, receta única. El orden de los factores, primero siempre hay que atreverse, es el que ha seguido Sánchez para instalarse durante al menos cuatro años más en la Moncloa.

Desde que prometió su cargo ante el Rey, empezó a trabajarse la siguiente legislatura. Prometido y hecho. A los diez segundos de la puesta en marcha del Gobierno, menos bonito que el anterior, pero duro y aguerrido, controlado por su jefe de gabinete, el verdadero hombre fuerte del poder de Sánchez. Podemos ha sido rodeado por Redondo mucho mejor que cuando los de Iglesias azuzaron a la masa contra la investidura de Rajoy en los alrededores del Congreso. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, se desgañitó diciendo que era un Gobierno ilegítimo. Ahora le molesta que se lo digan a él. Ni entonces, ni ahora se sostiene una acusación tan frívola contra una votación de investidura.

No ha pasado tanto tiempo, era a comienzos de la década que ahora termina, Redondo ya fortificaba el poder conseguido en Extremadura construyendo un relato en torno a Monago

Iván Redondo siempre ha organizado la toma del control de la misma manera. Primero, vende su mercancía al cliente, al que por supuesto le da la razón y después, agarra el mando para que nadie le estropee el negocio. Cuando Redondo era la mano derecha de José Antonio Monago en Extremadura, los consejeros del gobierno regional no daban un paso sin consultarle. No se movía un papel en la Junta sin que él lo supiera. Era como Mas con Pujol, “conseller en cap”. Entre dientes nadie hablaba bien del hombre que controlaba el poder y, por lo tanto, al Presidente de la Junta. Monago y Redondo echaron del poder al todo poderoso PSOE extremeño gracias a un acuerdo con Izquierda Unida.

Redondo es capaz de todo. Nunca antes nadie había construido el relato de la dialéctica Extremadura-Madrid como él, a imagen y semejanza del nacionalismo identitario vasco y catalán que tanto ha despreciado a regiones como Extremadura. No ha pasado tanto tiempo, era a comienzos de la década que ahora termina, Redondo ya fortificaba el poder conseguido construyendo un relato. El discurso del agravio del PP extremeño frente al PP de Madrid fue un incordio más para el Gobierno de Rajoy, que bastante tenía con evitar la quiebra del Estado. A Monago le llamaban el “barón rojo” del PP. Otro invento de Redondo.

Sánchez ha entregado el poder a Redondo que, con vocación de empresa monopolística, le va a defender el perímetro, hasta que el cliente eche las raíces suficientes y los rivales estén fuera del mercado. Después, dicen los especialistas en su trayectoria, querrá dejarlo. Me da que no. Esta vez no es solo quejarse por las traviesas de madera de los trenes extremeños, sino de mucho más. Sánchez tiene un equipo corto y cerrado. Redondo lo ha estrechado todavía más.

El asalto al poder judicial para contentar a los socios independentistas va a ser muy rápido. Lo van a perpetrar al comienzo de la legislatura

Tras su defenestración en octubre de 2016, Sánchez casi no se fía. El PSOE ha sido desarticulado internamente para que nadie se mueva. Con el Gobierno de España ha hecho lo mismo porque nada se va a hacer sin que su valido Redondo se lo de por hecho. Sánchez no es un inútil político como Carlos IV y Redondo acapara las palancas del poder con más astucia que el presumido de Godoy. La estructura del Gobierno de coalición impide que los de Podemos se amotinen. La moqueta, el coche y la escolta son los nuevos componentes del “bálsamo de Fierabrás”. El asalto al poder judicial para contentar a los socios independentistas va a ser muy rápido. Lo van a perpetrar al comienzo de la legislatura para que cuando lleguen las elecciones duela menos y sobre todo el Tribunal Constitucional haya sido remodelado para dar vía libre a la soberanía catalana, y la vasca, entre las lineas de los nuevos estatutos de autonomía. Conde Pumpido ya está a la espera.

Mientras se negocia con un condenado por sedición, se le hace la pelota a un inhabilitado por desobediencia y se mira para otro lado con un prófugo, van a gastar más de lo que se debe, que Bruselas afloje la brida no parece difícil, para que la máquina del progreso funcione y ofrezca réditos. Inversión a cuatro años, es como le llaman al déficit público. Todavía queda algún ingenuo que cree que Sánchez y sus socios de la censura y luego de la investidura han venido para marcharse pronto.