EDUARDO GOLIGORSKY – LIBERTAD DIGITAL – 22/10/16
· La inefable Rahola es quien mejor desarrolla, con descarnada virulencia, el argumentario atávico del secesionismo.
12 de octubre –Fiesta Nacional para los ilustrados, Día de los Pueblos Aborígenes para los oscurantistas, como veremos más adelante– leí en una misma página de Opinión de La Vanguardia dos artículos, emparejados, que se podrían tomar como modelos sintéticos de estas dos mentalidades antagónicas: la oscurantista y la ilustrada.
Urgencias psiquiátricas
El ejemplo de la primera se titula «Doce de octubre» y lo firma, cómo no, la inefable Pilar Rahola. Algunos lectores me reprochan que cite con demasiada frecuencia a esta panfletista, pero si lo hago es porque ella es quien mejor desarrolla, con descarnada virulencia, el argumentario atávico del secesionismo que sus camaradas, los intelectuales orgánicos, maquillan con retórica alambicada. Sus falacias son las que reflejan en estado bruto el pensamiento cerril de la cúpula enrocada y son también las más fáciles de desenmascarar por su rancio esquematismo. Gracias, Rahola.
Complacida por la decisión del Ayuntamiento rebelde de Badalona de no respetar el festivo del 12 de octubre, la agitadora elogió el plante «ante una celebración tan llena de simbolismo retrógrado». Y añadió:
La Hispanidad es una fiesta antipática, cuyos orígenes nos retrotraen a ideas tan funestas como la raza y el imperio, y que tuvo, en la época del franquismo, su momento más oscuro. No tiene ninguna raíz con las tradiciones y la identidad catalana. (…) Cierro con una cita del escritor uruguayo Eduardo Galeano, no precisamente feliz con el simbolismo del día de hoy: «Vinieron. Tenían la Biblia y nosotros la tierra. Nos dijeron, ‘cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia».
Aquí encontramos toda la mala baba del maniqueísmo que divide a España en dos bandos: uno, el malo, que sustenta «ideas funestas como la raza y el imperio», en tanto que el otro, el bueno, sin raíces en común con el anterior, cultiva «las tradiciones y la identidad catalanas» (no descuide los plurales, plumilla Rahola). ¡Y la chirigota de Galeano! Después de reproducirla, Rahola fue elegida pregonera del Domund 2016, en la Jornada Mundial de las Misiones, con el aval de la Conferencia Episcopal Tarraconense (LV, 16/10). En casos como este conviene recurrir al servicio de urgencias psiquiátricas.
Mirada retrospectiva
Seamos veraces: en toda mirada retrospectiva, la raza y el imperio se ensamblan con las tradiciones y la identidad. A Jaime I lo apodaron «el Conquistador» y no «el Civilizador» porque ocupó Mallorca para entregarla a sus súbditos catalanes y aragoneses después de aniquilar a la población nativa. Y los griegos todavía identifican a los catalanes con Roger de Flor y los mercenarios almogávares, depredadores y violadores que en su condición, eso sí, de súbditos de la Corona de Aragón fundaron el ducado de Neopatria en lo que hoy es Tesalia. Todos ellos –Jaime I, Roger de Flor y los almogávares– paladines del imperio, la raza, las tradiciones y la identidad, figuran homenajeados en el callejero barcelonés. ¿Genocidas? No. Simples ejecutores de las costumbres bárbaras de aquella época que los oscurantistas ensalzan. No imitemos a los demagogos que banalizan la palabra genocidio, sacándola del contexto histórico, para embaucar al rebaño crédulo.
Y después se sucedieron las guerras civiles entre catalanes: los segadores catalanes del «buen golpe de hoz» contra los terratenientes catalanes; los catalanes austracistas contra los catalanes borbónicos; los catalanes carlistas contra los catalanes legalistas; los catalanes estalinistas contra los catalanes trotskistas y los catalanes anarquistas.
La mitificación de la identidad milenaria entronca visiblemente con la mitificación de la raza que emprendieron en el siglo XIX, con argumentos pseudocientíficos, el conde de Gobineau y Joseph Chamberlain, para llegar a su apogeo en la ideología nazi. Enric Ucelay-Da Cal reproduce enEl imperialismo catalán (Edhasa, 2003) varios textos que confirman esta amalgama, y entre ellos sobresalen fragmentos de la obra de Pompeyo Gener i Babot, conocido en los ambientes bohemios como Peius:
En España, en suma, la población puede dividirse en dos razas. La Aria (celta, grecolatina, goda), o sea del Ebro al Pirineo; y la que ocupa del Ebro al Estrecho, que, en su mayor parte, no es Aria sino semita, presemita y aun mongólica (gitana) (…) Pues bien, la que proporciona la mayoría de funcionarios, de adeptos y de gente que acata y sufre resignada una máquina dificultativa de funcionarismo administrativo-gubernamental, es la raza que va del Ebro al Estrecho de Gibraltar, castellanos, andaluces, extremeños, murcianos, etc.
Pobre hoja de ruta
En cuanto a la cita de Eduardo Galeano, es obvio que con ella Rahola busca reforzar los lazos con los antiimperialistas e indigenistas erpios, cuperos, comunes y podemitas, sin cuyo voto de confianza la hoja de ruta del secesionismo, librada a la iniciativa del raquítico PDECat, no serviría ni para liar un porro. Pobre hoja de ruta para una república catalana que depende de los sectarios chavistas, vástagos de lo que Rahola definió como «El Dios bufón» (LV, 4/9):
La Venezuela bolivariana es una gran mentira, una pérfida bufonada que se ha mantenido gracias a las tres patas de toda autarquía[¿’autocracia’, mal traducido del original catalán?]: la represión masiva, la sustitución de la información por la propaganda y la corrupción sistémica. Con una cuarta añadida: la complicidad de regímenes, intelectuales y periodistas de otros lares, pero igual desvergüenza.
Las afinidades están a la vista: la información sustituida por propaganda, la corrupción sistémica y los intelectuales y periodistas desvergonzados, cómplices simultáneamente del chavismo y del secesionismo, son el pan nuestro de cada día en la Ítaca no nata. Ahora se proponen celebrar conjuntamente el Día de los Pueblos Aborígenes en memoria de los sacrificios humanos que muchas tribus practicaban. Oscurantismo puro y duro.
Además, citar a Galeano, gurú de guerrilleros y terroristas latinoamericanos que murieron por millares mientras él disfrutaba de un privilegiado exilio en España, es un ejercicio de cinismo. Rahola debería saber que Galeano confesó durante un salón literario en Brasilia (El País, 5/5/2004 y «Las mentiras abiertas de América Latina», LD, 15/4/2015):
No volvería a leer Las venas abiertas de América Latina porque si lo hiciera me caería desmayado. No tenía los suficientes conocimientos de economía ni de política cuando lo escribí. (…) Para mí esa prosa tradicional de la izquierda es aburridísima. Mi físico no la aguantaría. Sería ingresado en el hospital. (…) No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada.
Quienes no superaron la etapa son sus lectores muertos, de los que el instigador se desentendía, y, para colmo, tanto el libro como su difunto autor han perdurado como guías de dictadores tercermundistas, de militantes alucinados y de amanuenses serviles.
Pasado bárbaro, futuro civilizado
Junto a la columna fóbica y maniquea de Pilar Rahola, que busca sus raíces en el oscurantismo del pasado inquisitorial y feudal, aparece otra que, si bien enfoca el fenómeno regresivo en su dimensión estadounidense y europea, con Donald Trump y Marine Le Pen como ejemplos, contiene reflexiones que se aplican cabalmente al proyecto de desconexión catalana de España y, forzosamente, de Europa. Con el agravante de que aquí la xenofobia se transforma en endofobia dirigida contra los españoles conciudadanos de los catalanes. No es un trabajo de especulación política de alto vuelo, sino sencillamente el artículo de un periodista culto que ha bebido en las fuentes de la Ilustración y que se revuelve contra la restauración de las fronteras. Escribe Lluís Foix bajo el título estimulante «Compartir para sobrevivir»:
El lenguaje de la división se ha instalado en el mundo occidental con mensajes trufados de mentiras, de medias verdades y de emociones que convencen a amplios sectores del electorado para introducir la xenofobia y el populismo en los parlamentos de prácticamente todos los países europeos. (…) La idea de no compartir bienes, servicios, reglas bancarias y cultura es el aspecto más negativo y peligroso de la deriva populista de una cierta Europa que tiene miedo al futuro y pretende cerrar una sociedad abierta y convertirla en espacios soberanos no contaminados por la libre circulación de ideas, personas y productos.
(…)
Las mentes racionales existen, pero son minoría y, además, no tienen acceso a los grandes medios que llegan a los ciudadanos con discursos que fomentan más las emociones y la propaganda que las posibilidades racionales para organizar mejor la convivencia y la protección de los intereses de todos.
Sociedad abierta, mentes racionales, posibilidades racionales, convivencia. Palabras clave. El hecho de que los dos artículos aparecieran el mismo día, en la misma página, el uno junto al otro, hace más ostensible el contraste entre la mentalidad oscurantista, que añora el pasado bárbaro de europeos y aborígenes, y la mentalidad ilustrada que elabora planes para el futuro civilizado.
EDUARDO GOLIGORSKY – LIBERTAD DIGITAL – 22/10/16