Otegi no podrá borrar el pasado ni reescribir la Historia

EL MUNDO – 29/02/16 – EDITORIAL

· Mañana será recibido como un héroe un declarado defensor de la extorsión, el secuestro y el asesinato como armas políticas. Arnaldo Otegi, condenado por ser miembro de la banda terrorista ETA (en la que ingresó a finales de los años 70), saldrá de la cárcel para iniciar una nueva carrera política.

Fuera le esperarán los militantes y simpatizantes de Sortu, la organización que sustituyó a la ilegalizada Batasuna, que lo eligieron secretario general del partido en 2013 mientras cumplía una pena de prisión de seis años y medio, que terminará mañana. Desde entonces tiene la silla reservada. Por eso, allí mismo, a las puertas de la cárcel, dará su primer mitin como más que probable candidato de la izquierda abertzale en las elecciones a lehendakari previstas para el próximo mes de octubre.

La última sentencia que lo condenó también lo inhabilitó para ejercer cargos públicos, pero un error en la redacción del fallo lo dejará sin efecto. Tendrá que ser el Constitucional quien finalmente determine si puede o no presentarse a las elecciones, pero debido a la jurisprudencia del Supremo y del propio TC es más que probable que no encuentre impedimento. Lo que no podrá enmendar, sin embargo, será su pasado como terrorista.

Aunque sólo ha sido condenado por un crimen, el secuestro en 1979 del entonces director de la planta de Michelín en Vitoria, Luis Abaitua, se le ha relacionado con al menos tres secuestros más: el de los entonces diputados de UCD Gabriel Cisneros y Javier Rupérez y el del empresario Javier Artiach. No obstante, por falta de pruebas, salió absuelto de los cargos. Pero su trayectoria en la banda lo señala como uno de los más firmes defensores de la lucha armada. Cuando se produjo la escisión de la organización, fruto de la cual una parte de sus integrantes, los polimilis, decidió abandonar las armas en 1982 y aceptar un programa de amnistía y reinserción, Otegi decidió permanecer en la rama dura, los milis, que continuaron secuestrando y asesinando hasta la tregua indefinida anunciada en 2011.

Pero además, desde que comenzó su actividad política en las instituciones como parlamentario autonómico por HB en 1995, no sólo no ha condenado la violencia terrorista ni se ha mostrado arrepentido por su pasado, sino que incluso ha justificado crímenes como el de José Luis López de Lacalle. Entonces, en mayo de 2000, siendo portavoz de Euskal Herritarrok, declaró que con el asesinato del periodista, ETA quería señalar cómo «determinados profesionales» de los medios «plantean una estrategia informativa de manipulación y de guerra en el conflicto entre Euskal Herria y el Estado».

Tampoco ha condenado nunca ninguno de los crímenes de la banda terrorista, ni siquiera aquellos que causaron un enorme impacto en la opinión pública, como el de Miguel Ángel Blanco en 1997, el del portavoz socialista en el Parlamento vasco, Fernando Buesa, o el del ex ministro Lluch, ambos en 2000. Es cierto que, tras haber cumplido su condena, Otegi tendrá otra oportunidad para demostrar si quiere abjurar de su pasado y arrepentirse de lo hecho.

No es Otegi un hombre de paz, como quiso convencernos Zapatero mientras negociaba con la banda terrorista en 2006. Es un fiel representante de todo lo que significa ETA, con sus viles asesinatos, sus secuestros y sus extorsiones a empresarios para financiar su actividad delictiva y criminal. Y es porque acepta con orgullo como herencia el pasado terrorista por lo que está considerado como el líder indiscutible de la izquierda abertzale, que espera recuperar con él la influencia perdida desde la elecciones municipales y forales de 2015, en favor de propuestas alternativas como la que representa Podemos.

Nadie duda ya de que la izquierda abertzale no tiene ninguna intención de renunciar al pasado asesino de ETA, sino de reivindicarlo. Ayer mismo, tras 19 años en prisión, el sanguinario terrorista José Luis Urrusolo Sistiaga salía de la cárcel sin que nadie fuese a jalearlo. Acogido a la vía Nanclares, Urrusolo y su pareja, Carmen Guisasola, han pedido perdón por sus crímenes, han renegado de la lucha armada y han sido expulsados del colectivo de presos. De ellos nada quieren saber los líderes de la izquierda abertzale, que siguen defendiendo que ETA no ha sido derrotada por el Estado, sino que ha decidido unilateralmente dejar de matar. Pero la Historia no puede reescribirse, y en ésta hay también vencedores y vencidos. Y hay quienes como Otegi no se encuentran en el lado de las víctimas y sus familiares, sino en el lado de los verdugos. El pasado ni se borra ni puede reinventarse.

EL MUNDO – 29/02/16 – EDITORIAL