IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Cuando hacia frío y Filomena nos asustaba, la luz subía. Ahora que hace calor y el verano aprieta, la luz sube sin descanso. En medio de ambos periodos la luz no ha dejado de subir a pesar de las bajadas de impuestos aceptadas por el Gobierno. Esto de que la electricidad tenga un comportamiento tan inconveniente es una excelente demostración de las enormes diferencias que existen entre la noble actividad de predicar y la necesaria ocupación de dar trigo. Ante un fenómeno tan complejo, el Gobierno no deja pasar una sola oportunidad de hacer el ridículo.

La parte comunista del Ejecutivo que nos pastorea propone convocar manifestaciones en su contra para autopresionarse a sí mismo y pedir al otro lado de la mesa la adopción de medidas inmediatas para frenar la escalada de precios y minimizar el daño social que provoca. La intención es estupenda; la fórmula de conseguirlo, inexistente.

La ministra Ribera, que se encarga de este lío que a todas luces le sobrepasa, dice ahora que estudia la creación de una empresa pública de suministro eléctrico. Una propuesta que antes consideró tan innecesaria como inútil. Pero una empresa pública, ¿exactamente para qué? ¿Hay fallos en el suministro o tiene este mala calidad? No. Más bien sucede lo contrario. Los niveles de accesibilidad y garantía son excelentes y hay un gran exceso de capacidad de generación. ¿Va a proporcionar la empresa pública la electricidad a precios menores? No veo cómo, salvo que se reduzcan de manera agresiva los impuestos que se cobran. Salvo que la ministra Ribera piense expropiar las instalaciones que generan a menores costes y deje las caras a los privados. Sería una idea genial que se enfrentaría a un sinfín de problemas legales y de contestación política. Además, si la empresa pública va a vender la electricidad más barata, tendrá que garantizar el suministro a la totalidad del consumo, porque ¿quién va a pagar más pudiendo pagar menos por lo mismo?

En Europa hay grandes empresas públicas de electricidad, pero eso es fruto de la historia y ésta no comienza hoy. No le veo utilidad a la propuesta, salvo para satisfacer los efluvios ideológicos que rezuma el Gobierno. La luz es cara porque soporta muchos costes que no le son propios y muchos impuestos. Mientras no se ataquen esos conceptos no bajará el precio de la electricidad. Por lo menos, los ministros se entretendrán llenado los consejos de amigotes.