Santiago González-El Mundo
El candidato Torra hizo un discurso incoherente. Declaró su fe y su voluntad republicanas mientras llamaba «Majestad» al Rey. Albertito Garzón, que no tiene más luces, le habría llamado «señor Borbón» y las juventudes del PNV lo mismo. A contrapelo, defendía el uso de la palabra: «No se puede mantener el insulto como manera de dirigirnos los unos a los otros», lo que provocó un irónico, pertinente y cálido aplauso en la bancada de Ciudadanos. «Cataluña vive una crisis humanitaria», dijo este mindundi, que no debe de saber dónde caen Yemen o Siria.
Inés Arrimadas volvió a ser la mejor portavoz. Lástima que su pasividad en los últimos seis meses nos haya privado de un discurso racional frente al delirio. Hace ya tiempo que en cada tertulia hay una escuela de gladiadores y en cada columnista un asesor de Léntulo Batiato. Albert Rivera ha impuesto magisterio y en su combate contra el gladiador añoso tiene con él a un montón de columnistas que le gritan: «¡Mátalo!». Rivera no es el único que considera su principal adversario a Mariano Rajoy, en contra de la razón que dio lugar a Ciudadanos frente al secesionismo. A lo largo de todo el procès desde 2012, Rivera se ha mostrado más agresivo contra Rajoy que contra Mas y Puigdemont, eso está cuantificado. Tal vez sea por aquella virguería maoísta de anteponer la contradicción de primer plano a la principal.
El escapista ha ungido a un sucesor de su estilo: un indeseable xenófobo con propósitos delictivos y golpistas, pero no se le puede aplicar el 155 con carácter preventivo. El BOE fijaba su duración «hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno de la Generalitat, resultante de la celebración de las correspondientes elecciones al Parlamento de Cataluña».
Torraplá mutará a Torracollons, está en su carácter, y en sus primeras medidas incurrirá en los supuestos del famoso artículo, por lo que el Gobierno deberá tenerlo todo preparado para aplicarlo de nuevo inmediatamente.
Su primera aplicación, está demostrado, fue claramente insuficiente: la puntita nada más y en modo ejaculatio praecox. Habría sido necesario un 155 más largo, más profundo, durante más tiempo. Ahora será la ocasión de aplicarlo adecuadamente. La encuesta del CEO augura la pérdida de dos o tres escaños a Rivera, por lo que no debería tener tanta prisa como entonces en unos comicios inmediatos. Él y los demás constitucionalistas deberían reflexionar sobre el aumento de la ventaja de los independentistas, pero esta sería toda de la CUP y esto debería hacer pensar también a los del común, si es que tal actividad estuviera entre sus habilidades. La CUP, árbitro de la investidura hoy, con cuatro escaños, tendría 11 en las nuevas elecciones.
Fue sincero el candidato al reconocer en sus primeras palabras: «Yo no debería estar hoy aquí, debería estar el legítimo presidente de Cataluña, Carles Puigdemont», reconociendo su papel de señora Danvers y su cometido de ama de llaves en el Manderley de la Generalidad: guardar el recuerdo y no permitir que se profane la habitación de la difunta. Torra sacó a colación a Companys, el golpista del 34, recordando su fusilamiento por el franquismo. Efectivamente, Companys fue detenido en París por la Gestapo, entregado a Franco y fusilado en Montjüic el 15 de octubre de 1940. «Un bel morir tutta la vita onora», escribió Petrarca, pero el golpista Companys fue castigado por la República, cuando el Tribunal de Garantías Constitucionales lo condenó a 30 años de reclusión mayor por rebelión.
La democracia española tiene un Tribunal Supremo. Ahora lo que nos falta es un Batet.