Otro zarpazo del terrorismo que exige la unidad de Europa

EDITORIAL EL MUNDO – 16/07/16

· El zarpazo terrorista ha vuelto a golpearnos de un modo despiadado. Se hace verdaderamente difícil digerir que el ser humano sea capaz de perpetrar acciones tan abominables como el atentado de Niza, que ha dejado al menos 84 víctimas mortales, muchas de ellas niños. Es fácil solidarizarse con las víctimas y con todo el pueblo francés, que en poco más de un año ha sufrido tres grandes masacres yihadistas, porque acciones como ésta no atacan a una ciudad o país en concreto –por más que Francia esté especialmente en el punto de mira islamista–, sino a toda una sociedad como la europea, caracterizada hoy por sus valores democráticos, el respeto a las libertades individuales y la igualdad como máxima irrenunciable.

Cobra en ese sentido especial simbolismo que el terrorista de Niza aprovechara justamente la celebración del 14 de Julio, fecha que en todo Occidente evoca el espíritu de libertad, igualdad y fraternidad por el que tantas generaciones han luchado. Por eso hoy de algún modo todos somos vecinos de la localidad de la Costa Azul golpeada.

Las autoridades galas revelaron que el atacante, Mohamed Lahouaiej, era un tunecino de 31 años que trabajaba como chófer de camiones con un permiso de residencia en Niza. Tenía antecedentes policiales por delincuencia común, pero no estaba fichado por vínculos islamistas. Aunque al cierre de esta edición no había sido confirmado, presumiblemente estamos ante el atentado yihadista de un lobo solitario.

Ningún grupo reivindicó ayer la matanza, si bien las redes se llenaron enseguida de mensajes de júbilo de simpatizantes del Estado Islámico. El modus operandi del atentado, con un camión que arrolló a la multitud apiñada junto a la playa, supone una peligrosa novedad yihadista en Europa; no así en Irak o Siria, donde es un medio demasiado empleado ya por los terroristas. Y responde a la llamada de los líderes del IS que, a través de sus macabros vídeos, piden a todos sus seguidores en Occidente que cometan ataques indiscriminados con cualquier arma a su disposición, desde cuchillos a vehículos.

Sembrar el pánico es el primer objetivo del terrorismo islámico que, aunque fundamentalmente se dirige contra el mundo musulmán –no olvidemos que de esta religión son el 95% de sus víctimas en todo el mundo–, ha declarado unaguerra–asimétrica–contra Occidente. La tiene perdida de antemano, sí; pero posee capacidad para causar mucho sufrimiento. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, varias generaciones de europeos han disfrutado del mayor periodo de paz y seguridad de la historia. Sin embargo, conocemos bien el zarpazo terrorista, y tendremos que acostumbrarnos a vivir bajo su permanente amenaza, como admitió ayer sin ocultar cierta impotencia el primer ministro galo Manuel Valls.

No existe posibilidad de una seguridad al cien por cien. Lo que no significa que debamos renunciar a ser cada vez más eficaces en la lucha antiyihadista. Y cabe poner en valor lo mucho que se ha avanzado en Europa, lo que se traduce en la frecuente desarticulación de células y, felizmente, en que bastantes atentados son abortados. Pero queda mucho por hacer. Éste es hoy el principal desafío al que se enfrenta el Viejo Continente. Y exige una integración real y mayor coordinación policial, judicial, de control del ciberespacio, etcétera.

Especialmente en el campo de la Inteligencia, la herramienta más eficaz para combatir a un enemigo tan difuso como el islamismo en suelo europeo. Desde los ataques a la revista satírica Charlie Hebdo, en enero de 2015, y a varios puntos de París meses después, en una acción coordinada que causó 120 muertos, los Veintiocho han debatido sobre cómo reforzar la cooperación en esta materia.

Tanto aquellos atentados como los sufridos más recientemente en Bruselas dejaron al descubierto las grietas y la necesidad de que Europa cuente con una verdadera Inteligencia común. Informaciones y pistas de confidentes no pueden seguir estando compartimentadas en función de unas fronteras que hace mucho dejaron de existir dentro de la UE. Y urge, igualmente, contar con cuerpos de gendarmes con acceso a todas las bases de datos actualizadas en tiempo real sobre sospechosos para realizar una labor competente de prevención.

El terrorismo es una amenaza global. Toda Europa está en estado de máxima alerta y varios países han recibido avisos del riesgo de que el IS intente atentar en zonas turísticas. Este ataque es, desde luego, demoledor para un sector clave en la Costa Azul. Pero Niza tiene otros rasgos que hoy resulta inevitable destacar. Con una población multiétnica, es uno de los principales bastiones de la ultraderecha francesa, que ha engordado su apoyo electoral con un discurso del miedo que alienta la xenofobia y la islamofobia. No es aventurado pensar que lo ocurrido contribuirá a incrementar los odios y a impulsar aún más al Frente Nacional de Marine Le Pen. De Niza también se cree que han partido al menos un centenar de las más de 2.000 personas de toda Francia que han acudido a Siria e Irak a hacer la yihad con el IS.

UN PAÍS EN ESTADO DE ‘SHOCK’

Hollande decretó ayer una prórroga de tres meses el estado de emergencia en el que se encuentra Francia desde noviembre. Una medida tan excepcional como comprensible en un país en shock. Son muchas las razones por las que se ha convertido en un objetivo prioritario del yihadismo: desde el rol preponderante que desempeña en África contra las filiales terroristas de Al Qaeda hasta la campaña de ataques contra el IS en Siria e Irak que abandera desde el pasado año. Ayer mismo Hollande anunció que sus tropas intensificarán los bombardeos.

Pero en este punto hay que insistir en que toda estrategia militar contra el Estado Islámico debe estar coordinada por las potencias internacionales. En ese sentido, resulta desazonadora la incapacidad de EEUU y Rusia para aunar esfuerzos y actuar unidas en Siria –junto a la UE y otros aliados, incluidos los países árabes–. Los ministros de Exteriores de Washington y Moscú firmaron juntos ayer en un libro de condolencias. Pero la colaboración real contra el islamismo es una asignatura pendiente que nos debilita a todos y que sabe aprovechar bien el IS.

En nuestro país, Interior ha decidido mantener el nivel de alerta 4 antiterrorista y reforzará la vigilancia en zonas turísticas. Y el Gobierno en funciones ha ofrecido el envío de 100 militares más a Irak para sumarse a la coalición internacional contra el IS. El grueso de líderes de los distintos partidos volvió a demostrar unidad en la lucha contra esta lacra. En cambio, chocaron, por bochornosas, las declaraciones del dirigente de Podemos Pablo Iglesias, quien puso el acento en criticar la estrategia de la UE en Irak y Siria, «conflictos que son gasolina» para el IS.

Se puede mostrar desacuerdo con el papel de Bruselas en Oriente Próximo. Pero poner en ello el acento el mismo día del atentado implica una ya muy repetida necesidad por parte de Iglesias de buscar justificaciones a barbaries que no las tienen. Y eso es algo que no se merece ninguna de las víctimas inocentes de Niza.

EDITORIAL EL MUNDO – 16/07/16