Pablo Casado, y el giro social del Partido Popular contra Vox

Estefanía Molina-El Confidencial

Pablo Casado encarriló esta semana el Partido Popular hacia la realidad social que viven millones de españoles, condición necesaria para llegar a ser una fuerza de Gobierno

Pablo Casado encarriló esta semana el Partido Popular hacia la realidad social que viven miles de españoles, condición necesaria para llegar a ser una fuerza de Gobierno alguna vez. El PP apoyó la votación del Ingreso Mínimo Vital, tras varios días de erratismo sobre su posición. Quizás fue el miedo a resultar impopular, o al insulto de la izquierda. Pero ello supuso un hecho trascendental, al desmarcarse de la abstención de un Vox que poco tardó en arremeter contra Génova bajo el mantra de la «paguita bolivariana».

El gesto de los populares —en pugna contra Santiago Abascal por heredar el gobierno Sánchez— denota así un tímido giro del PP anticipando lo que será la España poscovid-19. Con un 16% de trabajadores pobres, 1 de cada 5 españoles en riesgo de pobreza o exclusión social, y un crecimiento de la pobreza extrema (5’4%), resulta imposible en España mantener hoy el ideario de la «libertad», o de que hay ciudadanos que no han hecho nada para salir de esa situación. Más si cabe, a las puertas de una grave crisis económica.

Decía el propio Mariano Rajoy en 2008: «Creo en la libertad, pero creo en más cosas que en la libertad, creo en la igualdad de derechos y oportunidades, porque sin igualdad de derechos y oportunidades no hay libertad. Y yo creo que el Estado tiene que ayudar a aquellas personas a las que no les va tan bien». Su Gobierno se vio obligado a aplicar la austeridad como método para salir de la crisis. Pero esa tímida ideología en Rajoy se palpaba ya entonces distinta a la que Casado ha venido destilando tradicionalmente por su cercanía a FAES.

 Sin embargo, ya fuera por electoralismo, o por convicción, el sentido del voto del PP supuso el miércoles una leve ruptura ideológica frente a los mentores del líder popular. En contra de la Fundación de José María Aznar, que abogaba por que el ingreso mínimo vital fuera de «emergencia» y no permanente, como también había defendido anteriormente el exministro popular, Luis de Guindos, en línea con el discurso liberal.

La derecha española enfrenta así serias paradojas ideológicas, desde que la precarización o la desigualdad se han vuelto estructurales en nuestro país. Muchos jóvenes ni siquiera pueden independizarse y formar una familia, pese a haber hecho todo lo que el sistema pedía de ellos: estudiar una carrera universitaria, sacarse un máster, trabajar duro. Ello revienta el paradigma del esfuerzo que garantizaba la aceptación de las normas del sistema, y obliga a la nueva derecha a actualizar su programa. Ciudadanos, que irrumpió en 2015 en el Congreso, no tuvo duda sobre defender la medida.

Sin embargo, el vivo ejemplo de que hay un PP que viene asumiendo eso se visibilizó en 2016. El gobierno de Rajoy se vio abocado a pactar con el PSOE el denominado bono social’ y varias medidas relativas a la pobreza energética. El período 2008-2015 dejó dolorosos desahucios a familias, que tampoco podían pagar la luz o la calefacción. El sistema político bipartidista se obligó a hacer suyas esas demandas sociales que introdujo en la agenda Podemos con su irrupción, como ocurre con el Ingreso Mínimo Vital.

Así pues, Casado quizás empieza a asumir que el ‘madridcentrismo’ liberalizante —a imagen y semejanza del legado de Esperanza Aguirre— es una fórmula que funciona bien en el oasis económico de la capital del Estado. No parece valer en el resto de autonomías, como la Galicia de Alberto Núñez Feijóo o la Andalucía donde gobierna Juanma Moreno. Curiosamente, esas y otras comunidades del PP fueron las primeras que pidieron gestionar la medida. Quizás algo tenga que ver con la posición final del grupo en el Congreso.

Asimismo, el PP marcó un pie con pared con Vox, que no se atrevió a votar en contra, pese a seguir haciendo el discurso de la «paguita». Llamativo, por cuanto su pretensión es capitalizar a los «nuevos indignados» de la crisis poscovid-19. En los últimos tiempos, un léxico de tintes de clase parece haberse instalado en la política española; también, con las alusiones habituales de Pablo Iglesias llamando «marquesa» a Cayetana Álvarez de Toledo. Se refleja en las instituciones que la precarización social es otro elemento de polarización política.

Y en medio de ese caldo de cultivo, Casado abandonó ese alejamiento con la calle —que algunas voces le criticaban— para dirigirse a la realidad que vive una parte del país. Aunque solo sea por un rato, parece que se agrandó: los populares se marcharon diciendo incluso que la renta básica para proteger a los más vulnerables fue un «invento» —de hace décadas— del PP.