Santiago González-El Mundo
LA COSA funciona así: Pablo Iglesias acuña la estupidez, digamos el concepto, y luego lo usan sin tasa los acólitos: Irene ˜Krupskaia», ˜Echeminga», Miguel Urbán y hasta Monedero.
Los conceptos se sustituyen por otros a medida que quedan obsoletos. La casta fue arrumbada por la trama, luego vino la mafia y, después, la triple alianza. Lo último es el bloque monárquico, que está llamado a dar tardes de gloria a estos menguados . «¿Qué hace un jugador de ajedrez cuando va perdiendo? Mover al rey», escribe el chisgarabís, que tampoco sabe jugar al ajedrez. La figura del rey no tiene capacidad ofensiva. Un ajedrecista está¡ obligado a proteger al rey, vaya como vaya, para no perder la partida. La teoría de la relatividad de Newton. Tengo ya dicho que Iglesias está muy sobrevalorado intelectualmente, aunque si lo comparamos con su tocayo lunfardo, podría pasar por Samuel Johnson. Dice esta figura que «el bloque monárquico quiere una segunda transición que dejará¡ fuera a 6,5 millones de personas».
Ya serán menos. Iglesias trata de contener la sangría de los votos que se anuncia. Soñaba con el ˜sorpasso» al PSOE y va a ser adelantado por Cs. Philmore A. Mellows, posibilista, encuentra alguna ventaja en el desbarre catalán: «Si gracias a Puigdemont Podemos pierde otro millón de votos, antes de encarcelarlo (digo que) se le conceda la Orden del Marito Civil». Es trino. El rebuzno de la semana es la implacable denuncia ˜Echeminga»: «El Rey se posiciona con el bloque monárquico».
En el magro espacio de esta columna no caben las ocurrencias del líder, que ha brillado en el género epistolar. En la carta de Pablo a sus adefesios denuncia que «la suspensión (sic) del autogobierno de Cataluña hará saltar por los aires uno de los pactos cruciales de la Transición». ¿Recuerdan cuando a eso lo llamaba ˜el cerrojo del 78″? En su epístola al Rey le acusa de «espetar un discurso a un gobernante democrático, elegido por las urnas». ¿Puigdemont? Qué va, hombre. Fecha el discurso del Rey el día 4-O (fue el 3). Si Puigdemont hubiera sido elegido, que no es el caso, lo habría sido en las urnas, por los ciudadanos. Finalmente, se despide del Rey con lo que parece el nuevo mantra: «No queremos vivir otra vez el franquismo». Lo escribe un memo que nació tres años después de la muerte del dictador, hay que joderse.