Alberto Ayala-El Correo

Los sondeos nos irán desvelando si el vergonzoso esperpento vivido esta semana en el Congreso por iniciativa de la ultraderecha, y a mayor gloria de ese personaje ególatra que hace años perdió su prestigio político y personal llamado Ramón Tamames, ha movido la intención de voto de los ciudadanos. Parece difícil que los españoles premien a Vox por semejante fraude constitucional. El PP muy probablemente saldrá indemne. La izquierda ha aprovechado el viaje para confirmar en sociedad lo que era vox populi: que salvo sorpresa mayúscula la continuidad de Pedro Sánchez en La Moncloa pasa por que rentabilice en las urnas sus medidas de apoyo a los más desfavorecidos y porque la izquierda a su izquierda logre un buen resultado de la mano de Yolanda Díaz.

La operación de lanzamiento de Sumar, la plataforma de la vicepresidenta, se visualizó con su duro discurso de réplica a Tamames que le permitió Sánchez. La puesta de largo será el 2 de abril en el Magariños de Madrid. Todo está listo, pero persiste la gran incógnita: si habrá o no pacto con Podemos.

Ni la historia ni el alter ego en esta película invitan a aventurar que esta historia tenga un final feliz. Pablo Iglesias tiene la llave y lo sabe. Y conociendo al personaje y su egolatría no resulta sencillo apostar por el acuerdo final. Al contrario.

Cualquier observador informado recordará el fenomenal batacazo de las izquierdas en Andalucía por la guerra sin cuartel que protagonizaron por cuotas de poder y recursos económicos. Al final hubo pacto, sí, pero tarde y mal. Una parte significativa de su electorado natural vio, reflexionó y les mandó a paseo absteniéndose. En Galicía ocurrió algo parecido y En Marea quedó fuera del Parlamento.

El problema entre Sumar y Podemos es conocido. Los morados quieren llegar a un acuerdo bilateral con Yolanda Díaz sobre puestos en las listas electorales y, por tanto, dinero antes de las elecciones locales del 28 de mayo, en las que es previsible sufran un importante retroceso. Pretenden, además, que los candidatos de la nueva plataforma se elijan en primarias que se celebrarían con su censo. Díaz ha dicho no. Porque muchos de sus aliados en la operación Sumar (Más Madrid, comunes, Compromís o la Chunta Aragonesista) competirán el 28-M en las urnas con los de Iglesias. Y porque la vicepresidenta espera que los malos resultados de los morados el 28-M les bajen los humos y pueda cerrar su operación más a su gusto.

Iglesias decide. O traga y asume las condiciones de Díaz o aboca a la izquierda de la izquierda a concurrir en dos listas en las generales. Ello fomentaría la abstención en este segmento político y probablemente le supondría perder la mitad o incluso dos tercios de su potencial fuerza en el Congreso.

En otros palabras el líder podemita debe elegir entre aceptar el liderazgo de Yolanda Díaz, a la que él encumbró a dedo, y empujar las opciones de la izquierda de conservar el poder, o ser cabeza de ratón y quedarse con un pequeño grupo de diputados de obediencia absoluta. Sánchez y Feijóo saben que su futuro se juega en gran medida en esta partida.