ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 28/05/15
· Hace semanas le pregunté al candidato Carmona si iba a pactar con Podéis. «No», me dijo, a mí y a los españoles matinales. Carmona, que habría sido un buen alcalde y no pasó de candidato exagerado, aplicaba la lógica de la vieja política: no digas nunca que pactarás con el que te disputa los votos.
Una vez celebradas las elecciones sigue aplicándola y feliz de haber mentido se dispone a hacer alcaldesa a Manuela Carmena. Su decisión se produce poco después de que Esperanza Aguirre le ofreciera un pacto que lo hubiera hecho alcalde a él mismo y que ha rechazado con grandes ínfulas y aspavientos. Pero lo cierto es que hasta hace pocas semanas Carmona era un socialista doblemente raro. Primero porque era un socialista español, o sea defensor del derecho a decidir de todos los españoles; en segundo lugar era un socialista partidario de no excluir a los populares, por norma, de los acuerdos de gobierno y partidario implícito de la gran coalición.
Es cierto que ese principio general no tenía por qué aplicarlo en el caso de Esperanza Aguirre, y es cierto que la oferta de la líder, para evitar que fuera calificada de puro toreo de salón, debía haberse englobado en una estrategia general del Partido Popular, en ese hacer política cuyo significado parece que ignore el presidente Rajoy. Pero los taxativos aspavientos del simpático Carmona significan que la chifladura política de Podéis le parece ahora de suficiente mérito moral y práctico. Está en su derecho. El cerebro del hombre conserva una gran plasticidad hasta la hora de la extinción. Los que, sin embargo, no están en su derecho de criticar la posibilidad de un pacto madrileño entre Pp y Psoe son aquellos –del tipo chic socialdemócrata– que se llenaron la boca –y nuestros ojos que todo lo han visto– con apelaciones a la nueva cultura del pacto que debía abrirse en España.
Apelaciones que, ahora comprendo –mi lentitud–, iban estrictamente destinadas a que Ciudadanos votara al Psoe, a que el Psoe votara a Podéis y a que Podéis votará al Psoe. Y que se completaban, por último, con la advertencia de que el bipartidismo había muerto. La actitud de Carmona, por el contrario, significa que el bipartidismo ni ha muerto ni está grave.
El bipartidismo muere no cuando la izquierda o la derecha pactan con sus respectivas excrecencias, sino cuando una y otra son capaces, como el inmortal Bambino, de morder lo prohibido.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 28/05/15