Sánchez era entrevistado en NavarraTV y respondió a un periodista algo perplejo con esa convicción que solo saben impostar quienes mienten en cada palabra. “Estoy diciendo que con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo repito cinco veces o veinte durante la entrevista. Con Bildu no vamos a pactar. Con Bildu, se lo repito, no vamos a pactar. Si quiere se lo repito otra vez.” Hubo acuerdo, claro. Gracias a EH Bildu, María Chivite, discutible luminaria del firmamento socialista, es hoy la presidenta de la Comunidad Foral. Gracias a Bildu, María Chivite ha podido aprobar los presupuestos navarros y el voto de Otegi y los suyos va a permitirle a Sánchez sacar adelante sus cuentas para el 22.
Emiliano García-Page ha calificado de “tortura” tener que pactar con EH Bildu, “aunque no había más remedio”. Y nosotros sin agradecerle semejante entrega a este Arthur Koestler entre su cero y su infinito. Como la transparencia es otra de esas virtudes que no practica el okupa de La Moncloa, no podemos saber cuales son las contrapartidas que Sánchez va a entregar a los herederos de Batasuna y ETA a cambio de sus cinco votos.
¿Recuerdan ustedes aquella comparecencia de Otegi junto a Arkitz Rodríguez a las puertas del Palacio de Aiete, en la que reconoció el daño “que nunca debió producirse”, aunque sin sacar de todo ello conclusiones más profundas? Apenas siete horas después, ya entre los suyos fue un poco más explícito, aunque no deban interpretarse sus palabras como un modelo de precisión: «Tenemos a 200 presos en la cárcel y si para sacarlos hay que votar los presupuestos, pues los votamos».
¿Cabe pensar que esta es una de las condiciones no explicadas de los cinco votos bildutarras a los presupuestos, como lo de la ETB para los niños de Navarra? Puede que no exactamente. En aquella reunión despejó la posibilidad de que la excarcelación de los terroristas condenados sea una cosa de hoy para mañana, una prolongación de los acercamientos de Marlasca. La izquierda abertzale necesita tiempo, los dos años que quedan de legislatura y los cuatro de la siguiente. Hay que derogar la ley que aprobó el Gobierno Aznar en 2003 para endurecer las condenas a los terroristas hasta los 40 años de pena máxima sin que pudieran acogerse a reducciones salvo que colaboren con la justicia.
Lo que en realidad estaba anunciando Otegi no era un pacto ocasional que se perfeccionará en la votación parlamentaria de las cuentas para 2022 de esta semana. Es un acuerdo de mayor alcance temporal que tiene como condición necesaria el apoyo a Pedro Sánchez en la Presidencia del Gobierno. Mientras, la izquierda abertzale seguirá movilizando a los suyos con movilizaciones independentistas, como la del sábado pasado. Como la tradicional por los presos que suele convocar al caer enero. Por lo demás, es convención comúnmente aceptada que la Ley de Presupuestos es la más importante que presentan los Gobiernos en el Parlamento cada ejercicio. No lo parecía el lunes. Al comenzar el debate el banco azul estaba ominosamente vacío. Ni el presidente, ni la pobre ministra de Hacienda, responsable su elaboración. Nadie. Uno pensaba que al ser 23 eran suficientes para hacer turnos. Pero a toda esta gavilla y a la excrecencia que los preside no les cabe esta razón en la cabeza. Qué vergüenza.