PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO 12/01/13
· ¿No sería mejor, antes de pactar con la izquierda abertzale, cerciorarse bien primero acerca de quién tenemos delante?
Mientras el PSE ya pacta con Bildu en Gipuzkoa y su líder alavés lo propone como norma de actuación a futuro para su partido, Borja Sémper también abre esta posibilidad para el PP vasco. Obviamente, el problema no está en pactar con los socios minoritarios de esa coalición, sea EA, Aralar o Alternatiba, que no necesitan certificado democrático, aunque hayan tenido que subirse al carro radical para sobrevivir, sino con el núcleo rector de la misma, la llamada izquierda abertzale.
Tras su vuelta a las instituciones en las elecciones municipales de mayo del 2011, con el aval del Tribunal Constitucional, todavía no se le ha oído a nadie que siga en ese mundo afirmar que la llamada lucha armada fue una caza inmisericorde de enemigos buscados para la ocasión y cogidos por sorpresa, y que luego se disfrazaba de lucha heroica para la liberación del pueblo vasco, y esta es una cuestión básica para la convivencia democrática a la que antes o después tendrán que responder. Pero, no obstante, lo que llama la atención en este tema es la idea tan imprecisa o superficial que se transmite tener de la izquierda abertzale por parte de quienes proponen llegar a pactos con ella. Cuando desde el PP vasco se dice, por ejemplo, que los de la izquierda abertzale ya no son ETA, al tiempo que se les califica de «incompetentes». O cuando el líder del PSE alavés apela a la condición común de ser partidos de izquierdas, algo matizado luego por su superior inmediato, al tiempo que Ramón Jáuregui, desde otros presupuestos sensiblemente distintos, advierte de que estamos no ante izquierdistas sino ante independentistas radicales.
A la vista de semejante indefinición, ¿no sería mejor, antes de pactar con la izquierda abertzale, cerciorarse bien primero acerca de quién tenemos delante? Dos grandes estudiosos ofrecieron en su día en estas mismas páginas un resumen de sus teorías respectivas para entender mejor a la que hoy es segunda fuerza política en el Parlamento vasco, que controla, con más concejales que el PNV, casi cien de los 251 municipios vascos, entre ellos el de San Sebastián, así como la Diputación Foral de Gipuzkoa. Jesús Casquete (’¿Izquierda abertzale o nacionalismo radical?’, El Correo, 23-3-2010) incidió en el aspecto ultranacionalista del movimiento, mientras que Iñigo Bullain (’Revolucionarismo patriótico’, El Correo, 29-3-2010) lo hizo desde la óptica socialista revolucionaria. Estamos, en efecto, ante un fenómeno único en el mundo occidental y por muchas razones. La última es que después de que su brazo armado haya sido derrotado por las Fuerzas de Seguridad del Estado, con la aquiescencia de toda Europa, su movimiento político no se resiente en absoluto por ello en ninguna de las elecciones celebradas tras su legalización y se reconvierte a la paz súbitamente, explicando la actividad criminal previa como resultado de un conflicto secular entre dos bandos perfectamente discernibles, cuyo relato, base cultural de su proyecto, se remonta a la conquista de Navarra en 1512.
La llamada izquierda abertzale constituye así un movimiento político, social y cultural que está empeñado, sin ninguna duda y desde hace más de medio siglo, en cambiar nuestra realidad de arriba abajo, y para ello tergiversa la cultura vasca, y sobre todo el euskera, interiorizándolo como algo frontalmente opuesto a lo español. Hablar euskera significa separarse de España, metáfora abertzale de todo lo demonizable: del capitalismo deshumanizado, de la injusticia social, de la corrupción en todas sus formas. La cultura vasca se convierte, así, en caldo nutricio de su independentismo socialista. Por eso es imposible separar en la izquierda abertzale su revolucionarismo patriótico de su nacionalismo radical. Ambos componentes se asocian en un intenso proceso de aculturación, al que sus seguidores están sometidos desde la más tierna juventud.
Que nadie dude de que la maquinaria abertzale, tras la derrota de ETA, persevera en sus objetivos y que sus convicciones siguen intactas al respecto. No hay más que ver el despliegue que están realizando para crear el nuevo partido, enésima metamorfosis de la crisálida abertzale: Sortu está ahora mismo perfilando su ponencia política con las aportaciones de 250 asambleas de base. Su mundo cultural decide apoyar a los presos y salen nada menos que 60 escritores a la palestra. ¿Qué otra orientación política vasca presenta semejante nómina? En el catálogo de las Bibliotecas Públicas Vascas (Liburutegiak) cualquiera de esos autores abertzales, la mayoría desconocidos fuera de su ámbito, cuenta con ejemplares de todas sus obras repartidos por las 172 bibliotecas de la red. Es el resultado de una política continuada de subvenciones a la producción en euskera surgida de ese mundo y controlada por él en todas sus fases, desde la creativa hasta su recepción por un público extremadamente fiel. En la actual composición del Parlamento vasco, Bildu se ha quedado con la presidencia de todas las comisiones dedicadas a construir la identidad vasca: Educación, Cultura y Euskera.
PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO / Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU, EL CORREO 12/01/13
La que podríamos denominar «vía institucional» de la izquierda abertzale, esto es, su presencia normalizada en ayuntamientos, diputaciones y Parlamento vascos, combinada con movilizaciones de masas, y con el objetivo expreso de construir así su Euskal Herria, ha superado con nota la derrota forzada de la actividad armada, gracias a su gran músculo cultural e ideológico, así como a una contrastada política interna que impide que nadie ajeno conozca, por ejemplo, de dónde partió la decisión de nombrar a Laura Mintegi cabeza de lista en las últimas autonómicas. Esa férrea cohesión de quienes han trabajado siempre al filo de la clandestinidad evidencia que estamos ante un fenómeno político a tomar muy en serio. Por tanto, «incompetentes» no es la palabra.