ABC-LUIS VENTOSO

¿En qué otro lugar un mandatario regional desafía así a la Justicia y no pasa nada?

PEDRO y Pablo prosiguen mediante peones interpuestos con su adolescente y soporífero juego de las sillas y los egos. El desenlace dependerá del capricho del segundo en el último minuto. Quien diga a día de hoy que sabe si habrá elecciones o no va de farol (salvo que duerma con los Iglesias bajo las finas hilaturas de las sábanas del pazo de Galapagar). Pero mientras tanto en España siguen ocurriendo asuntos serios, que merecerían que existiese un Gobierno, a ser posible de verdad, y no de Instagram y cartón piedra. Ayer el presidente de Cataluña, que por ostentar tal cargo es también el máximo representante del Estado español en la comunidad, ofreció una conferencia de prensa en Madrid, uno de esos cruasanes con preguntas que tanto proliferan en las claras mañanas de la capital. ¿Y qué dijo Torra? Pues que si el Supremo condena a los políticos acusados de dar un golpe de Estado, como así será, él responderá «trazando en firme el camino a la independencia». Alardeó de que no acatará la sentencia: «La no cooperación con la Justicia es una obligación moral». Cita insólita, que no se permitiría en público ni un sátrapa bananero. Por último animó a la «desobediencia civil».

España debe ser el país con las mayores tragaderas del orbe. Es el único que conozco donde no pasa nada si un mandatario regional se declara en rebelión contra la Justicia y anuncia públicamente que si una sentencia no le gusta intentará declarar la independencia de su región vulnerando el orden constitucional (es decir, dar un golpe de Estado). ¿Qué valoración ha hecho de esta amenaza explícita nuestro Gobierno florero, teórico encargado de defender la soberanía nacional y la legalidad? Silbar, encogerse de hombros. «No voy a calificar el hecho de que una autoridad diga que solo acatará la sentencia que él quiere», ha comentado de pasada Borrell. Para el ministro, las amenazas de Torra «no son nada nuevo», así que dice que no le responderá «para no crear polémicas inútiles». La respuesta del Gobierno a un desafío ilegal es hacer el avestruz.

Si nos comportásemos acorde al magnífico país que somos, hoy mismo los partidos constitucionalistas estarían reuniéndose para activar un nuevo 155 y sacar del Gobierno catalán a un Ejecutivo cuyo titular se declara abiertamente contrario a la ley. Pero hemos dejado que se pudra tanto el clima político, nos respetamos tan poco como nación, que proponer algo tan elemental como suspender un Gobierno autonómico en rebeldía es saludado como un exceso fachoso, cuando en realidad se trata de algo tan elemental como hacer cumplir las leyes democráticas que a nos obligan a todos (separatistas xenófobos incluidos). La hábil estrategia de la inhibición ya la probamos con el sagaz sorayismo. Acabó con Junqueras y Puigdemont crecidos, fuera de control y declarando su República. Si no quieres que la hidra crezca no queda otra que cortarla a tiempo. Increíble que tras el susto de octubre de 2017 todavía no lo hayamos aprendido.