Miquel Giménez-Vozppuli  

Publicado 29.10.2019 –

Última barbaridad de Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC: la violencia en las calles hace más visible a su causa en la prensa internacional

Y que lo ha dicho sin despeinarse ni un solo cabello de su estupendo peinado de señora bien, oigan. Porque la Paluzie es eso, una señora bien destinada a criticar al servicio o a regatear con la modista devenida en terrible vestal del separatismo. Ahora, cuando una señora bien opta por la vía de la barricada y el tentetieso, apártense, porque suelen ser terribles. Es el oculto deseo de toda la burguesía catalana, disponer de una revolución implacable y violenta que puedan controlar a base de talonario y que les permita irse a dormir cómodamente a sus mansiones cada noche. Revolucionarios a horas perdidas, vamos.

Es muy curiosa esta gente. Con un concepto absolutamente totalitario y racista de Cataluña se permiten dar clases de democracia al primero que se presente y, para ello, argumentan una serie de estupideces a cual menos democrática. Repasemos la realidad: el 1-O, tan invocado por esta tropa, no fue más que una estafa democrática sin control ni reconocimiento por parte de nadie; las leyes de transitoriedad para la república y la proclamación-suspensión de la misma, una gigantesca prevaricación, amén de una vulneración flagrante de todo el ordenamiento jurídico vigente empezando por el propio Estatut; el control de las calles, els carrers serán sempre nostres, como si en una democracia ese control no debiera ejercerse en el Parlamento y no por las turbas; la violencia, que se justifica a partir de que da visibilidad al proceso; el desacato a la justicia española a la que, por otra parte, no tienen reparo en acudir cuando les interesa; lo peor, el ocultamiento de su ideología racista e hispanófoba, así como del inmenso edificio de corrupción que han construido en Cataluña a todos los niveles, desde el institucional al asociativo pasando por el empresarial o el político.

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Esta burguesía catalaneta, ridícula, tartufesca, pagada de sí misma y estulta, asiente complacida ante espectáculo que sus cachorrillos le brindan incendiando ciudades, saboteando vías férreas, colapsando instituciones. Están encantados de asistir a las manifestaciones “pacíficas”, dejando a sus vástagos capucha en ristre que se queden cuando ellos se retiran, para dejar muy claro que aquí manda quien manda. Guaita el nen, dicen embelesados cuando reciben por WhatsApp una foto del bestia de turno incendiando un contenedor.

Paluzie milita en esa siniestra esquina de la política catalana y se muestra gozosa ante una Barcelona quebrada económica y moralmente por culpa de los pirómanos

Paluzie milita en esa siniestra esquina de la política catalana y, lógicamente, se muestra gozosa ante una Barcelona quebrada económica y moralmente por culpa de los pirómanos que, noche sí, noche también, se reducen a cenizas lo que costó décadas construir. No les importa, porque Barcelona siempre fue para ellos una Babilonia plagada de rojos, de españolistas, una Moloch a la que había que someter bajo el yugo de la comarca, celosa de la tradición pura y ancestral de un catalanismo de mito y ratafía, ramplón y ordinario.

Que en el mundo, por cierto, que ahora sí que nos mira aterrorizado para retirar sus empresas, capitales e inversiones de esta Dinamarca del sur de todo a un euro, sea testigo de su deprecación mental parece ser lo único que les importa. No en vano buena parte de los capitales públicos de la Generalitat difícilmente justificables se han invertido en el DiploCat, a saber, en difundir la mentira separatista por el extranjero. De ahí que el Govern no quiera soltar prenda acerca del monto total de lo gastado a pesar de haber sido requerido reiteradas veces en sede parlamentaria a que lo haga.

A Paluzie le parece de perlas que haya violencia porque el fin justifica los medios y ella tan patriota, que prefiere ver arrasada por el fuego y la violencia la capital catalana antes que condenar esa barbaridad descomunal. Es una pirómana, como lo son los ideólogos del artificio, Puigdemont y Torra, como lo es Esquerra por no decir prou!, como Pujol y Mas por almacenar bidones y bidones de gasolina supremacista.

Ahora no hay bombero que apague esta hoguera.