JON JUARISTI – ABC – 14/05/17
· Hay algo atávico en la exhumación municipal y abertzale de Sanjurjo.
Los mismos que exigieron retirar los restos del general Sanjurjo de su tumba en Pamplona piden ahora las cabezas del presidente de la autonomía melillense y del comandante militar de la plaza por haber asistido a la inhumación de aquellos en el cementerio militar de la ciudad española, la misma que Sanjurjo y los hombres a su mando defendieron en 1921 del asedio de los rebeldes rifeños que acababan de masacrar en Annual a diez mil soldados, por supuesto españoles, e impidieron así que los yebelíes de Abdel Krim consumaran su hazaña pasando a cuchillo a la población.
Quizá por ello la izquierda abertzale que gobierna Pamplona y Navarra califica a Sanjurjo de genocida. Ahora bien, genocidio es el deliberado exterminio de un pueblo, la forma más típica de lo que el Derecho Internacional considera crimen contra la humanidad. Las guerras de España en Marruecos fueron pródigas en horrores (por ambas partes), pero no respondieron a un designio genocida. Las guerras coloniales no suelen implicar el genocidio, pues los colonizadores buscan someter a las poblaciones indígenas, incluso esclavizarlas, si se quiere, pero no exterminarlas (de hecho se valen de modo casi sistemático de tropas regulares indígenas, como lo hicieron en Marruecos Francia y España).
Sanjurjo se implicó a fondo en una guerra colonial, como lo hizo todo el Ejército español de su tiempo, y el francés, el portugués, el británico, el italiano y el alemán. El genocidio es otra cosa: el de los judíos por los nazis, el de los armenios por los turcos o el de los tutsi por los hutus, ninguno de los cuales tuvo un carácter colonial. El historiador británico Sebastian Balfour ha sostenido que la aviación militar española lanzó sobre el Rif bombas de gas mostaza en la época en que Sanjurjo ostentaba el mando militar del territorio.
Los testimonios en que se fundamenta proceden de periodistas y observadores no españoles y del aviador español Ignacio Hidalgo de Cisneros, devenido dirigente comunista, que afirmaba haber lanzado él mismo las primeras cien bombas químicas contra los rifeños, dato relevante pero no incuestionable. Sin embargo, aunque la tesis de Balfour fuera cierta, no se trataría de un crimen contra la humanidad, sino de un crimen de guerra. El gas mostaza fue utilizado con profusión durante la Gran Guerra y la Sociedad de Naciones no lo prohibió hasta 1924. Considerar genocidios las guerras de Marruecos no deja de ser pura retórica (o pura estupidez).
¿Fue Sanjurjo genocida por haberse sublevado contra la Segunda República? También la izquierda se levantó en armas contra el mismo régimen, dejando muchos más muertos propios y ajenos sobre el terreno que la propia Sanjurjada. En cuanto a la participación de Sanjurjo en la guerra civil, se limitó, como es sabido, a tomar un avión en Estoril el 20 de julio de 1936 y estrellarse al poco de despegar.
¿Por qué, entonces, se ha desenterrado a Sanjurjo en Pamplona? No porque fuera un genocida, que no lo fue. Ni siquiera porque fuera un criminal de guerra, que tampoco. Fue un golpista, eso sí. Como Lenin, como Fidel Castro, como Hugo Chávez, que ahí siguen, en sus mausoleos, tan tranquilos. Se le desenterró porque el fastuoso programa de exhumaciones en marcha abre el camino hacia otra bronca civil y, si de cargarse la democracia en España se trata, Pamplona, «ciudad húmeda y hosca, un poco vasca», al decir de uno de sus poetas, tiene que ser la primera, no lo pueden evitar. Es una tradición local, como los sanfermines. En fin, como dijo otro poeta salido de su seno, entre Sodoma y Pamplona tiene que haber un término medio. París, por ejemplo. Incluso el de Macron.
JON JUARISTI – ABC – 14/05/17