RAÚL GONZÁLEZ ZORRILLA – LA TRIBUNA DEL PAIS VASCO – 08/07/15
· Han de saber los navarros que el infierno Bildu es un estado de ánimo. Un sentir dolorido, una sensación de repugnancia, un estremecimiento de repulsión ética que te provoca un etéreo pero persistente malestar físico y social que te lleva a aislarte, a sitiarte en lo que abarcan tus brazos y a encerrarte en lo que tienes más cerca y en lo que, al final, habrá de convertirse en tu única tabla de salvación: la familia, las lecturas, las viejas películas, las músicas de siempre, las imágenes añoradas de otras tierras o el recuerdo persistente de lo que un día pudo haber sido y no fue.
Expuestos un día sí y otro también a la exhibición obscena de los terroristas y de quienes durante décadas han sido sus más fieles servidores; abrasados por la contemplación en directo de cómo el chupinazo sanferminero convierte a un puñado de criminales fanatizados en los líderes políticos del futuro y desnortados en un territorio infame mancillado por proetarras, independentistas y la extrema izquierda de Podemos, no serán pocos los que comiencen a tirar la toalla.
Algunos se marcharán
Otros, los más, optarán por encerrarse en su propio jardín de amores, nostalgias, mitos y fetiches. En ese espacio límpido, alejados de los aullidos de los fanáticos, de las risas de los encubridores, de las complicidades de los silenciosos y de la barahúnda de los iletrados, leerán a Mario Vargas Llosa, acariciarán libros viejos, escucharán a Mozart para olvidar los escupitajos verbales de la chusma convertida en corporación municipal, se dejarán envolver por sedas calientes mientras acarician sus cosas como si fueran piezas únicas de anticuario y alcanzarán el amanecer degustando el silencio que explota cuando duermen los más brutos del lugar.
Una metáfora exacta, la pintura que contiene una pasión, aquella talla armoniosa o una canción que va directa al corazón son auténticos salvavidas para los solitarios que sobreviven en estos territorios éticamente volteados, aquí donde las palabras han perdido todo su significado, donde la moral se ha convertido en una inmundicia y donde el fanatismo identitario, la estulticia nacionalista y la radicalidad totalitaria de izquierdas deambulan libremente.
Para estos seres que hablan en privado con Dios porque no pueden hacerlo en público sin que les agredan, que niegan la palabra a los burócratas del pensamiento, que ignoran a los mediocres y que abominan de quienes afirman saber que todas las ideas son iguales, su pequeño reino de querencias y de relaciones es lo único que les queda cuando casi todo lo demás ha ardido, se ha caído, se ha vendido o ha sido arrasado por la molicie ética y la morralla ideológica.
En el País Vasco lo sabemos bien. Y muchos navarros, desgraciadamente, lo van a aprender muy pronto. A estas alturas de nuestra reciente historia, lo más sublime a lo que puede aspirar un ciudadano simplemente decente es a reforzar los sentimientos y a proteger su espacio íntimo de un ambiente purulento, descompuesto y cruel de verdugos deificados, de malhechores adulados, de indolentes con los brazos cruzados y de caos moral, de escoria ideológica y de frío individual en medio de la calorina totalitaria y colectiva.
(*) Este artículo es una variación del texto “El Apocalipsis es un sentimiento”, incluido en mi libro “Territorio Bildu” (Editorial Naves en Llamas, 2013)
RAÚL GONZÁLEZ ZORRILLA – LA TRIBUNA DEL PAIS VASCO – 08/07/15