Tonia Etxarri-El Correo

Estaba cantado. Bildu volverá por sus fueros a la Alcaldía de Pamplona gracias al acuerdo que acaba de firmar con los socialistas de Navarra. Era una de las exigencias recurrentes del grupo de Otegi. Saldrá la alcaldesa de UPN, Cristina Ibarrola, la más votada en las pasadas elecciones municipales, y entrará, de nuevo Joseba Asiron, a través de una moción de censura. Era cuestión de tiempo. Todo dependía del momento del Partido Socialista para confirmar su enésimo giro. Y ayer demostraron que ya están dispuestos a justificar lo inexplicable. Tras la denuncia de Feijóo de la obviedad socialista utilizando una expresión de brocha gorda («el pacto encapuchado»), un Óscar Puente envalentonado exhibía sus preferencias por aliarse con la ‘Neo Batasuna’, calificándola de fuerza «progresista». Qué más le da que hubieran incluido a terroristas en sus listas electorales. Y Bolaños, al dar la bienvenida a la portavoz Cayetana Álvarez de Toledo llamándola «ultra», levantó unos metros el muro de Sánchez.

La cuestión es que Bildu ha dado el acelerón. Y Sánchez, sin inmutarse, ha dicho que sí. ¿O alguien piensa que todo lo acordado en Navarra no ha estado inducido desde el despacho de Santos Cerdán? La Alcaldía de Pamplona es la joya de la corona de Bildu para ir extendiendo poder e influencia en su proyecto del mapa reunificado de una Navarra asimilada a Euskal Herria. Los favores se cobran cuando el ‘hombre del frac’, como Bildu, tiene poder de presión. Al PP no le tratan igual los socialistas. Ellos apoyaron al PSE para la Alcaldía de Vitoria por una razón tan coherente como impedir que Bildu se hiciera con la makila. Pero el intercambio de favores, sólo circula en una dirección. Otegi aprovecha el viento favorable y ya aprieta un poco más a los socialistas. ¿Qué tal si facilitan que la Alcaldía de Vitoria se la quede Bildu? Y los aludidos se sacuden el polvo del camino. Son dos comunidades de realidades políticas distintas, dicen. Será eso.

Que este cambio de mando, por encima de las urnas, se iba a producir era una posibilidad temida por UPN desde hace tiempo. Tanto es así que hace más de un año, cuando su líder, Javier Esparza, negoció con los socialistas su apoyo a la reforma laboral -que provocó la crisis con sus dos diputados en el Congreso- se le prometió que, a cambio, no apoyarían movimiento alguno para desbancar a UPN de la Alcaldía de Pamplona. Fue un iluso creyendo en la palabra del necesitado Pedro Sánchez. El pegamento que une a Bildu con Sánchez es sólido y Euskadi ya está de precampaña. Tanto Eneko Andueza como Idoia Mendia se han mostrado contundentes a la hora de decir que no auparán a Bildu a la Lehendakaritza. Les va a costar fijar esa idea. ¿Pamplona, primera estación, y Euskadi, estación término? Se comprobará en las urnas si «la palabra dada» de los socialistas vascos tiene mayor credibilidad que la de Pedro Sánchez. Una vez que ya ha pasado el Rubicón de la futura ley de impunidad (amnistía) sin sonrojarse, cualquier escenario, con Pedro Sánchez, es posible.